Siempre me ha gustado el TT. Lo confieso. Desde que Audi lanzó su primera versión me pareció un coupé original, con un diseño diferenciador, nada radical, utilizable en el día a día y con muchos de los mejores argumentos de la marca de los cuatro aros, como la calidad o la fiabilidad. Así que ahora que el TT llega a la tercera generación es fácil adivinar que la evolución se mantiene en esta línea y nos encontramos ante una variante que ha ganado en prácticamente todos los aspectos y de forma significativa.
Su estética poco tiene que ver ya con aquellas formas redondeadas del primer TT y que, en cierto sentido, recordaban a un Beetle transformado en deportivo. Ya en la segunda saga la cosa cambió sustancialmente y en la última versión se da continuidad a esa tendencia pero matizando algunos ángulos para otorgarle un aspecto más moderno y dinámico. Aunque se trata, por supuesto, de una apreciación personal, me parece que el nuevo TT es realmente atractivo, su carrocería coupé de 4,18 metros no pasa desapercibida y los grupos ópticos anticipan su llegada incluso desde la distancia.
Al cruzar el vano de cualquiera de sus dos puertas, el interior nos descubre una habitabilidad típica de este tipo de configuraciones. Son cuatro plazas, las dos delanteras bastante convincentes mientras que lo contrario debemos decir de las traseras: poco espacio y un acceso complicado las hacen más aconsejables para niños que para adultos y siempre durante un tiempo limitado. El maletero supera por poco los 300 litros, una capacidad suficiente para un coche de este estilo. Otro inconveniente de un coupé es que la visibilidad general se encuentra bastante limitada, sobre todo hacia atrás (aunque para estacionar contaremos con la ayuda de los sensores de aparcamiento).
La calidad de los Audi la calificaría, sencillamente, como deslumbrante. Los materiales utilizados y el acople de las piezas es intachable, transmitiendo una sensación de robustez y durabilidad acordes al prestigio de los coches alemanes. Los fabricantes de este país saben que sus rivales, incluso los asiáticos, han apretado en este sentido y ellos no han querido quedarse atrás, exhibiendo esa calidad percibida que, en mi opinión, sigue siendo la referencia en la industria de la automoción.
Una de las señas de identidad más evidentes del nuevo TT es su instrumentación y disposición del salpicadero. Es así porque prescinde de la clásica instrumentación de relojes analógicos para ofrecer toda la información necesaria en una pantalla de más de doce pulgadas detrás del volante. En ella aparecen dos relojes para el velocímetro y el cuentarrevoluciones, que se pueden configurar en dos diferentes tamaños para ofrecer una superficie más o menos grande para el resto de los datos, que van desde el navegador al audio, pasando por la conexión telefónica o la configuración del sistema. Su visibilidad es buena en cualquier condición lumínica y su aspecto, realmente vanguardista. Así, el centro del salpicadero queda mucho más despejado y se destina exclusivamente a los mandos de la climatización; entre los asientos se ubican los que permiten controlar las numerosas funciones de esa pantalla central, aunque también es posible hacerlo desde unos prácticos botones en el volante.
Mecánicamente, la versión de pruebas era la 2.0 TFSI. Este motor dos litros con turbo ofrece una potencia de 230 CV, lo que unido a un cambio automático secuencial de seis relaciones y el avanzado sistema de tracción integral Quattro se presenta como un conjunto motriz realmente efectivo y de muchas posibilidades en una utilización deportiva. Además, la electrónica disfruta de una sofisticación que ayuda enormemente a la conducción e incluso permite elegir entgre cinco diferentes programas, que van desde uno que prioriza la eficiencia al más dinámico para sacar el máximo partido a sus posibilidades deportivas.
Porque el TT, aunque pudiera parecer lo contrario, tiene un talante deportivo bastante acusado. En primer lugar, las prestaciones de su propulsor son suficientes para rodar a un ritmo bastante alto, una conducción que se verá apoyada por una suspensión de dureza reseñable (incluso algo seca en algunas circunstancias), una dirección directa y precisa, unos frenos potentes y la tracción a las cuatro ruedas que otorga una nobleza y efectividad al conjunto capaz de dibujar una sonrisa en los amantes de las sensaciones fuertes. El sonido del escape invita a exprimir este cuatro cilindros de gasolina, que sube de vueltas con alegría y acelera con presteza: de 0 a 100 km/h en poco más de cinco segundos y una velocidad máxima autolimitada a 250 km/h. Eso sí, en una utilización exigente deberemos asumir que los consumos se disparen sin mucho problema por encima de los diez litros a los cien… Pero, ¿a quién no le apetece darse un gustazo como éste de cuando en cuando?
El Audi TT TFSI 230 Quattro con cambio S Tronic cuesta 46.650 euros. Es una cantidad elevada, sin duda, pero diría que aquéllos que se encuentren en disposición de pagarla no se sentirán en absoluto defraudados con lo que obtendrán por su dinero. Un deportivo precioso, de calidad inmejorable y capaz de ofrecer muchas satisfacciones en todo tipo de carreteras, sin que por ello sea incómodo en el día a día o poco práctico en el uso urbano. Yo, desde luego, me lo compraría sin dudarlo…
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