Estas cuatro rancheras equipan motores turbodiésel, de 1.5 y 1.6 litros en el Peugeot y el Kia (130 y 136 CV) y de 2.0 en el Ford y el Seat (150 CV). Todos tienen tracción delantera y cambio automático, de siete velocidades en el Proceed y el León, y de ocho en el Focus y el 308. Sin embargo, la unidad de pruebas del último llevaba la caja manual de seis marchas, al no haber ninguna disponible con el automático, pero no supone grandes diferencias, salvo la mayor comodidad de este.
Por lo demás, los motores responden de forma muy similar, aunque mientras el del Ford tiene más fuerza a bajo régimen y después apenas pasa de 4.000 vueltas, el cambio del Seat se empeña en estirar hasta casi 5.000, cuando a partir de 4.200 pierde empuje y le resta brío. Y al final, el Kia y el Peugeot dan la potencia de forma más homogénea.
Más información
En la práctica todos ofrecen unas prestaciones similares y más que suficientes para el uso familiar, incluso a plena carga, aunque con ventaja del Focus, que responde al acelerador de forma más instantánea y con más poderío. Le siguen el Proceed y el 308, y el León, a pesar de sus 150 CV, se queda un poco por detrás. Así, responde al acelerador con menos garra, pero después aprovecha su potencia para ofrecer una velocidad máxima superior.
Por lo demás, todos los cambios van muy bien, con ventaja del Seat y el Kia, que al ser de doble embrague resultan más instantáneos. Y tanto el del Ford como el EAT8 de los Peugeot automáticos son los clásicos de convertidor de par, bastante rápidos también. El Seat en contrapartida ofrece el comportamiento más conseguido y eficaz, con una dirección muy precisa, balanceos mínimos y más aplomo que los demás. Le sigue el Kia, que transmite sensaciones similares en todo, pero con una amortiguación más suave que sujeta menos la carrocería.
El Ford y el Peugeot están por detrás. El primero, porque tiene una dirección blanda y demasiado asistida que no transmite lo que sucede entre la rueda y el asfalto y da poca información al conductor; y aunque es muy estable, balancea más en las curvas. El 308, porque su suspensión prima más el confort y no ofrece el aplomo y eficacia de los dos primeros. Por último, el diseño de la luneta del Kia reduce al mínimo la visibilidad por detrás. Los cuatro han frenado en distancias cortas y con mucho equilibrio en caso de emergencia.
Y el León y el Proceed ofrecen una calidad de conducción superior, tanto por su tacto preciso como por su mayor facilidad de manejo y nobleza de reacciones. Les sigue el Focus, y al 308 le penaliza el puesto de conducción, con un volante bajo, pequeño y más propio de un coche de carreras que exige acostumbrarse y le resta precisión. En lo que se refiere al confort, todos tienen suspensiones cómodas que absorben bien los baches, tanto en zonas viradas como en autopista. Y la insonorización aísla bien la mecánica y la rodadura hasta el punto de que no se nota que son diésel.
Sigue toda la información de EL MOTOR desde Facebook, Twitter o Instagram