Al igual que los alquimistas que, a través de la transmutación, ansiaban convertir el plomo en oro, muchos fabricantes modernos han perseguido dar con la fórmula para que los motores térmicos funcionen con agua en vez de con gasolina, diésel, GLP, GNC e incluso hidrógeno. Este último elemento es uno de los protagonistas subsidiarios de esta historia.
Para entender si un motor de combustión interna puede llegar a funcionar con agua, se debe conocer cómo opera con los clásicos combustibles. En gran medida, un motor de explosión transforma la energía química del combustible en energía mecánica. De esta forma, aprovecha la fuerza de la explosión en la cámara de combustión para mover los pistones y, finalmente, que este movimiento se transmita a las ruedas del vehículo.
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A grandes rasgos y sin entrar en temas técnicos, un motor de combustión interna no puede funcionar únicamente con agua. La razón es simple: el agua no es un combustible en este sentido. Para que un motor funcione, necesita una sustancia que al quemarse libere energía en forma de calor, la cual se transforma en movimiento. El agua, al ser un compuesto estable, no experimenta este tipo de reacción de combustión.
Hidrógeno y no agua
No se debe de confundir a los motores de hidrógeno con lo que en este artículo se está exponiendo: los motores de combustión interna que funcionan con agua. Estos últimos, como se acaba de exponer, necesitan hidrocarburos (compuestos de hidrógeno y carbono) para funcionar. Si se intenta hacer funcionar un motor de gasolina con agua (sustituyendo la gasolina por el líquido elemento estando el propulsor ya en marcha), simplemente no habría combustión y el motor se detendría.
Los motores de hidrógeno, por otro lado, funcionan de manera diferente. En lugar de quemar un combustible, utilizan una reacción química entre el hidrógeno y el oxígeno para generar electricidad. Esta electricidad alimenta un motor eléctrico que mueve el vehículo. El único subproducto de esta reacción es el agua, lo que los convierte en una opción más limpia que los motores de combustión tradicionales. Aunque, el hidrógeno no se encuentra de forma natural en grandes cantidades y requiere energía para ser elaborado, por lo que su producción y almacenamiento aún presentan desafíos.
Entre la genialidad y la polémica
En los años 70, el inventor extremeño Arturo Estévez Varela presentó un motor revolucionario que aseguraba funcionar con agua en lugar de gasolina. Este invento, basado en la producción de hidrógeno mediante un mineral secreto, despertó entusiasmo y escepticismo a partes iguales. Estévez recorrió España realizando demostraciones públicas, pero nunca reveló el componente clave, lo que alimentó rumores de fraude y conspiraciones.
Nacido en Valle de la Serena, Badajoz, en 1914, Estévez era un prolífico inventor con cerca de 100 patentes. Entre sus creaciones destacaba también el “plano ala”, un sistema para recuperar piezas de cohetes que interesó a la NASA. Sin embargo, fue su motor de agua lo que lo llevó a la fama, prometiendo autonomía de 900 kilómetros con solo cuatro litros de agua y una sustancia secreta.
El elemento secreto
El régimen franquista ordenó analizar el invento, concluyendo que su funcionamiento no era viable. Los expertos sospechaban que el mineral usado era boro, un elemento caro y poco práctico para generar hidrógeno. Las críticas oficiales y la oposición del ministro de Industria desacreditaron públicamente la propuesta de Estévez, quien luego desapareció de la escena pública.
A pesar de las controversias, el legado de Arturo Estévez se ha mantenido vivo en la memoria colectiva, representando la búsqueda de soluciones alternativas a la crisis energética que en estos momentos está en su punto álgido. Su historia está llena de luces y sombras y, finalmente, la figura de Estévez quedó envuelta en misterio, falleciendo a principio de los años 90 sin haber revelado todos los secretos de su invención.
También en Francia y Argentina
En otros países también han tenido sus inventores que pregonaban a los cuatro vientos que habían desarrollado motores de combustión interna capaces de funcionar con agua. En Francia, en el contexto de crisis del petróleo de la década de los 70, surgió la leyenda del motor de agua, una promesa que parecía desafiar las leyes de la física. El mecánico francés Jean Chambrin, en 1974, presentó un prototipo que supuestamente funcionaba con agua, alimentando la esperanza de una movilidad sostenible y barata.
Sin embargo, investigaciones posteriores revelaron que el motor de Chambrin en realidad utilizaba una mezcla de agua y alcohol, una solución que, aunque menos contaminante que la gasolina, no era la revolución prometida. En tiempos más recientes, el argentino Juan Carlos Agüero se convirtió en el rostro de un nuevo intento de resucitar el mito del motor de agua. Con promesas de un automóvil que funcionaba exclusivamente con agua, Agüero logró atraer la atención de inversores y medios de comunicación. Sin embargo, investigaciones periodísticas y análisis de expertos desvelaron que su invento era una estafa.
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Entusiasta del motor en toda su magnitud, preferiblemente los V12. Le dijeron que cuatro ruedas eran mejor que dos, por eso se compró otra moto. Claro que también le apasiona cuando van las cuatro juntas. Ha trabajado como creativo publicitario para muchas marcas de coches y motos e hizo la mili en esto de juntar letras en la editorial Luike.