El Mazda CX-5 es uno de los modelos más populares de la marca japonesa. Se trata de un SUV medio (la propia marca lo califica de compacto, pero mide 4,57 metros) que hace solo unos meses presentó su renovación, con una ligera modernización de sus elementos exteriores, el equipamiento y la dinámica de conducción.
Lo primero que llama la atención, además de su frontal rediseñado (son diferentes los paragolpes, la parrilla y los faros), es lo bien que se accede a su habitáculo. Sobre todo en las plazas traseras, ya que las puertas casi llegan a abrir a 90 grados, con lo que su accesibilidad es sobresaliente.
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Pero antes de acceder a su interior, un comentario especial sobre su pintura, en este caso la Soul Red Crystal, que cuesta 890 euros extra. Sin duda es uno de los rojos más espectaculares del mercado automovilístico y muestra diferentes tonos en función de cómo refleje la luz ambiente.
Interior de calidad
Ya en el interior, al volante y los mandos se percibe una calidad de materiales y ajustes que poco o nada tienen que envidiar a marcas como BMW, Audi o Mercedes. Ni siquiera su sobrio diseño, que puede gustar más o menos, pero que ubica todos los mandos en los sitios adecuados y muy al alcance del conductor.
La pantalla central del navegador, de 10,25 pulgadas, resulta más que suficiente, pero la siguiente generación la debería llevar táctil. Introducir una dirección para el navegador con el mando giratorio ubicado entre los asientos es una operación algo engorrosa.
Espacio en el habitáculo
El acabado Homura de esta unidad de pruebas está basado en el Zenith, pero con algunos detalles de la carrocería pintados en color negro brillante. Por ejemplo, la parrilla, la parte inferior de los parachoques o los retrovisores exteriores, entre otros. En el interior, los asientos, el pomo del cambio, los paneles de las puertas y el volante llevan costuras en color rojo.
Los asientos delanteros también son de lo mejor del coche, con un mullido firme pero muy cómodo en largos viajes, que permiten que el cansancio no aparezca con el paso de los kilómetros. Los bordes laterales se encargan de que el cuerpo no se mueva en exceso si la carretera se llena de curvas. Aunque en la versión precedente, eran algo más pronunciados y sujetaban todavía mejor.
Detrás, además del ya comentado sobresaliente acceso, hay hueco suficiente para tres adultos, aunque no sobre espacio en anchura. Eso sí, los respaldos posteriores tienen ajuste en inclinación con un hueco para las piernas y, sobre todo, para las cabezas, que no admite crítica alguna.
Respecto al maletero, sus 522 litros de capacidad (45 más que antes) no le hacen ser el mejor de su segmento en este sentido, pero resulta más que suficiente para llevar un buen número de maletas.
Entre sus múltiples sistemas de ayuda a la conducción, destaca la adopción de una serie de cámaras que generan una vista cenital del vehículo y cenital lateral, de una calidad que impresiona.
Otros elementos que llaman la atención por su buen funcionamiento son el head-up display, el control de crucero adaptativo por radar, los faros Smart Full LED adaptativos o la rapidez y nitidez de conexión del sistema multimedia Mazda Connect.
En marcha
La unidad de pruebas montaba el motor de gasolina 2.0 SkyActiv-G de 165 CV. Al ser atmosférico, es decir, no contar con ningún tipo de sobrealimentación, la entrega de potencia lleva su tiempo y solo se siente con verdadera alegría por encima de las 3.500 o 4.000 revoluciones. De hecho, el 0 a 100 km/h lo cubre en más de diez segundos.
El cambio manual de seis velocidades es uno de los más agradables del mercado por rapidez y suavidad de accionamiento, junto con el corto recorrido entre inserciones. Y hay que a menudo para sacar la quintaesencia de este motor. Por 2.800 euros más se puede pedir el cambio automático, pero en este caso, el manual funciona lo suficientemente bien como para no optar por esa alternativa.
Si se habla de consumos, la verdad es que este Mazda CX-5 también sorprende para bien. Porque este motor de gasolina de dos litros, al circular a velocidades legales en autovía se conforma con unos 6,8 litros cada 100 kilómetros. En ciudad o si se circula alto de vueltas para aprovechar todo lo que puede dar de sí el motor, se superan fácilmente los ocho litros.
Por otro lado, la suavidad y el silencio de rodadura compensan esta falta de reacciones más vivas. Y es que, además, el CX-5 tiene un aplomo sobresaliente que reacciona de forma muy segura ante maniobras de emergencia. Firme de chasis, pero sin resultar seco, ofrece muy buen tacto en la suspensión y, sobre todo, en la dirección. Se nota precisa y capaz de guiar el Mazda de una forma muy ágil y segura.
Esta versión, con este motor, solo tiene la posibilidad de trasladar la potencia al eje delantero, ya que si se quiere tracción integral habría que optar por el motor de gasolina superior, el 2.5 de 194 CV, y por casi 10.000 euros más.
No tanto por la altura libre al suelo, de unos buenos 194 milímetros, sino por esta tracción a un solo eje, el CX-5 no es muy recomendable para salir a caminos embarrados. Si están secos y sin muchos desniveles, se podrán superar con facilidad.
Esta versión de 165 CV y con tracción delantera parte de un precio de 32.086 euros con el acabado Origin. El acabado Homura sube hasta los 37.286 euros. Sin embargo, por todo el equipamiento extra que lleva de serie, merece la pena.
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