La llegada de los coches eléctricos ha traído consigo cambios en el panorama del automóvil. Algunos son obvios, como la necesidad de una infraestructura de recarga; otros no tanto, como la seguridad.
La presencia de pesadas baterías ayuda a rebajar su centro de gravedad, lo que hace menos probable que vuelquen, pero también los hace más pesados, por lo que en los choques sean vehículos mucho más contundentes.
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La mayoría de vehículos de baterías pasan las pruebas de choque de Euro NCAP con nota, pero Mercedes quiso ir un paso más allá y crear el primer crash-test de la historia entre dos coches eléctricos.
La prueba a la que sometieron a sus Mercedes EQS SUV y Mercedes EQA, con tres y 2,2 toneladas de peso, respectivamente, está incluso por encima de los estándares del organismo europeo.
Fue un choque frontal con un 50% de solapamiento, es decir, mitad contra mitad yendo cada vehículo a 56 km/h. El motivo para hacerlo así fue que es una situación de choque más realista que las que se usan para otorgar las estrellas.
El resultado fue muy satisfactorio, con ambos vehículos deformándose en la parte frontal para absorber la energía del impacto, dejando que la célula de seguridad de los pasajeros permaneciera intacta, pudiéndose abrir, además, todas las puertas, lo que permite extraer con facilidad a los ocupantes.

Eso sí, hay que tener en cuenta que en el caso de que el accidente se produzca entre un coche eléctrico y uno de combustión, sobre todo si este último es antiguo, la cosa cambia: los de baterías son más pesados, así que en impactos contra vehículos térmicos, serán éstos los que se lleven la peor parte.
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