Esta es la razón por la que corres más de la cuenta (pero siempre con cinturón)

Un estudio de la Universidad de Elche concluye que la severidad del castigo no determina el comportamiento de los conductores.

Multas de trafico España

Las multas por exceso de velocidad son las más frecuentes.

Por muchos puntos del carnet que vayan a perder, los conductores no cumplirán más las normas. Dicho con otras palabras: la severidad del castigo no influye en el comportamiento de los automovilistas. Lo que determina su manera de actuar es la certeza de que van a ser castigados y la seguridad de que incumpliendo una ley se arriesgan a sufrir un accidente.

También influyen notablemente el comportamiento de los demás (especialmente del grupo cercano) y si se consideran justos o no tanto el incumplimiento de la norma como el castigo consecuente, según las conclusiones del estudio Xqincumplen, realizado por la Universidad Miguel Hernández de Elche (Alicante), el Instituto Crímina y la DGT, y recogido por la revista Tráfico y Seguridad Vial.

Fernando Miró, catedrático de la Universidad Miguel Hernández y director del Instituto Crímina, explica que «existe la creencia de que las normas de tráfico se cumplen por el miedo a la sanción”, y por esa razón “se ha tendido a aumentar la severidad del castigo de determinadas conductas con fines preventivos, creyendo que el mero incremento objetivo de los castigos provocaría una reducción de las conductas de riesgo y con ello, de la accidentalidad asociada a las mismas».

Sin embargo, la conducta de los automovilistas, en opinión del experto, está mucho más relacionada “con la existencia de modelos sociales de conductas adecuadas y con las propias convicciones morales acerca de lo que está bien y lo que está mal que con el miedo al castigo”.

El estudio se ha realizado sobre una muestra de 1.500 conductores de toda España y se ha evaluado su comportamiento ante cuatro normas de tráfico: uso del cinturón de seguridad, consumo de alcohol, exceso de velocidad y utilización del móvil. De las cuatro, aquellas más transgredidas son las correspondientes a la manipulación del teléfono y a los límites de velocidad.

La realidad es que en 2017 fueron sancionados más de dos millones de conductores, que representan un 10,5%. Es decir, cerca del 90% de automovilistas no fue detectado cometiendo ninguna infracción (es imposible cuantifica el número de infractores no detectados), mientras que un 2,5% cometieron dos o más de dos infracciones, por lo que se consideran reincidentes.  

La velocidad es la norma excedida por el mayor número de conductores. “Se trata de un comportamiento menos condenado moralmente que otras conductas que realizamos al volante, y el juicio moral que hace el sujeto sobre el comportamiento prohibido es un factor determinante para el cumplimiento», explica Fernando Miró.

La mayoría de los conductores que circulan por encima del límite legal lo hacen porque consideran que, con los coches actuales, lo pueden hacer sin exponerse a demasiados riesgos. Por el contrario, más del 90% de los encuestados afirma utilizar el cinturón de seguridad siempre. Esta es la norma vial más cumplida, seguida del límite de alcoholemia (respetado por más del 88%).

EL PELIGRO DE SER ‘CAZADO’

Investigadores de la Universidad de Sevilla y de la Fundación Mapfre, en un estudio realizado en 2017, evidenciaron que un aumento del 10% en el número de efectivos o vehículos de la Guardia Civil reduce el número de víctimas mortales en un 5,3% en tasa anual. Fernando Miró asegura que «la certeza de ser castigado o de sufrir un accidente es una variable moduladora esencial».

Pero, para que se pueda cambiar un comportamiento, «¿tiene que haber policías y radares en todos sitios?», se pregunta. «Sería más inteligente realizar controles en lugares donde hay riesgo de accidente y no en lugares donde la gente percibe que son sitios para cazar. Aquí se pierde legitimidad —afirma— y la legitimidad es el factor que hace que yo conduzca de una determi-nada manera». Y puntualiza: «¿Salimos a la calle a delinquir o a conducir como consideramos que es correcto?».

Miguel Ángel Vallejo, catedrático de Terapia Cognitivo-Conductual de la UNED, coincide en que «respetamos las normas no para que no nos multen, sino porque las consideramos útiles para nuestra vida y nuestra convivencia. Así que castigar, o amenazar, tiene un papel muy limitado a este respecto».

El consumo de alcohol al volante es el precepto vial más influido por las normas sociales, según el estudio Xqincumplen. De ser tolerantes con actitudes como la del conductor que presume de hacer Madrid-Valencia en dos horas se ha pasado a evitar tomar una copa antes de conducir e incluso a disuadir al amigo o conocido de hacerlo.

ESTIGMATIZACIÓN SOCIAL

¿Cómo se ha logrado esto? ¿Con la reforma del Código Penal y la implantación del carnet por puntos? Bien al contrario, los resultados del estudio muestran que es la sociedad la que consigue que sus ciudadanos realicen un consumo moderado de alcohol. Fernando Miró asegura que «el proceso de estigmatización social respecto al consumo de alcohol se había hecho antes de la reforma penal; no es algo que se pueda conseguir con un cambio normativo, hay que hacerlo pausadamente y la ley tiene que llegar en el momento en el que la sociedad esté preparada para interiorizarla, comprenderla y aceptarla».

En esta misma línea, otra investigación, dirigida por el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, José Ignacio Castillo, analiza la eficacia de normas aplicadas al consumo de alcohol en los 28 países de la Unión Europea. Y «no parece existir una correlación clara entre implantación de una tasa 0 de alcoholemia y una menor mortalidad. Por sí sola, esta medida no tiene un efecto significativo», asegura José Ignacio Castillo.

Lo que ocurre en el caso del alcohol no es igual para la velocidad. «No conseguimos transmitir que la norma de velocidad es una norma muy peligrosa en términos sociales», dice Fernando Miró. De hecho, en un sector de conductores —el de los reincidentes— aumentar el castigo produce el efecto contrario.

En este caso lo que habría que hacer, según el catedrático de la Universidad Miguel Hernández, es «incrementar la legitimidad; es decir, incrementar la percepción de la sociedad de que el incumplimiento de la norma de velocidad es un comportamiento de riesgo, pero nunca aumentando la severidad del castigo».

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