Los deportistas de alto nivel suelen ser grandes apasionados de los coches de lujo. Los sueldos crecen conforme lo hace el rendimiento deportivo, por lo que no es extraño que algunos de ellos acumulen caros automóviles en sus garajes.
Tampoco es insólito que acaben creando colecciones increíbles con coches de los que se han producido unidades contadas. Estos deportistas habitúan a lucir sus automóviles de lujo en eventos y redes sociales.
Ion Tiriac y su ‘despiste’
Lo que se sale más de la normalidad es que estos coleccionistas se olviden de sus coches durante años. Bien es cierto que un ritmo de vida frenético, con entrenamientos y competiciones llenando la agenda, puede contribuir a sufrir algún despiste, pero esta historia es, cuanto menos, curiosa.
El tenista profesional rumano Ion Tiriac, ahora retirado y con una multimillonaria cuenta bancaria, es uno de los mayores coleccionistas de coches de lujo del mundo. De hecho, tiene hasta 400 automóviles bajo su propiedad: todos ellos expuestos en un museo cerca de Bucarest. Se trata de una de las mayores colecciones de vehículos de Europa.
Tiriac olvidó su Ferrari F40 diez años
Entre los coches de Ion Tiriac se encuentra un Ferrari F40, uno de los modelos más icónicos de la marca del cavallino rampante. Tal y como él mismo cuenta en una entrevista, el coche le costó 700.000 dólares, después de haber intentado comprar ese mismo modelo al entonces marido de Carolina de Mónaco, Stéfano Casiraghi.
Țiriac explica que, en aquella época, cerca de 1972, ya se dedicaba a entrenar a otros tenistas. La falta de tiempo era una constante en sus días por aquel entonces.
A esta situación de estrés laboral se sumó el no tener un garaje o una nave donde poder guardar los coches que compraba. Tanto es así que, tiempo después, dejó el Ferrari F40 estacionado en un aparcamiento en Múnich, Alemania. “Diez años más tarde, en los 90, el señor Becker me llamó para decirme que mi F40 seguía ahí aparcado”.
“Había olvidado durante una década mi Ferrari”, confiesa Tiriac. Lo primero que hizo tras recuperar el automóvil fue venderlo por dos razones. Primero, porque no tenía sitio donde guardarlo. Segundo, porque era necesario mandar el coche de vuelta a Maranello para desmontar el motor del F40 y volver a ponerlo a punto. Y es que una década de inactividad no le sienta bien a ningún coche, por mucho que sea un Ferrari.
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