Los motores de combustión interna han sido desarrollados para trabajar en un amplio rango de temperaturas. El funcionamiento tiene que ser igual de óptimo en un pueblo de Suecia que en uno de Kenia. Por eso, las marcas ponen a prueba sus modelos en las condiciones más extremas. Esa es la teoría.
Sucede que las condiciones atmosféricas sí que afectan a los propulsores; por ejemplo, reduciendo la potencia o aumentando el gasto de combustible. Las altas temperaturas y también las bajas influyen sobremanera en el correcto funcionamiento de los vehículos.
Y las temperaturas extremadamente bajas también son perjudiciales: entre otros problemas, aumentan el gasto de combustible.
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¿Qué le sucede a la gasolina con el frío?
Los combustibles no son iguales en verano y en invierno. En Europa, las refinerías desarrollan dos modelos de carburante diferentes (para los meses fríos y para los más cálidos) y los sirven a las gasolineras dependiendo de las estaciones del año.
La calidad del combustible es la misma, pero cambia la diferencia de presión del vapor que generan los carburantes en el depósito. En los meses cálidos, se necesita una presión de vapor que oscile entre los 45 y los 60 kPa (kilopascales), mientras que la de invierno puede subir hasta los 50 o los 80 kPa.
Durante los meses más fríos, la gasolina necesita un impulso para alcanzar los niveles de presión que exige el motor, ya que los vapores almacenados en la cámara de combustión no son suficientes para que se genere la reacción química que haga trabajar al propulsor.
El invierno afecta al consumo de combustible
Algunas marcas han realizado estudios durante las pruebas de conducción que han demostrado que el consumo de combustible aumenta entre un 10% y un 15% cuando se circula con temperaturas próximas a los 0 °C. Las razones son diversas.
- Temperatura del motor: cuando hace mucho frío, el propulsor necesita más tiempo para calentarse y alcanzar la temperatura óptima de funcionamiento. Tras arrancar, se inyecta mayor cantidad de carburante en los cilindros para conseguir el mismo rendimiento que con temperaturas normales, multiplicando el consumo y las emisiones.
- Nivel de refrigerante: es necesario vigilarlo, porque es el encargado de regular la temperatura del motor.
- Batería: también el frío provoca que el alternador se vea sometido a mayores esfuerzos para producir la electricidad que necesita el vehículo. Esto también eleva el consumo de combustible.
- Aceite: el lubricante sufre cuando los termómetros se han desplomado. Disminuyen las propiedades lubricantes y existe más rozamiento entre las piezas. Al necesitar más energía frente a la resistencia al movimiento (por la densidad del aceite), el gasto de combustible también aumenta.
- Presión de los neumáticos: al enfriarse el aire de las ruedas por el frío, la presión disminuye. Cuando se circula con menor presión de la recomendada aumenta la fricción y el rozamiento con la carretera elevando el consumo de combustible. En invierno, hay que revisar la presión de los neumáticos con mayor frecuencia.
- Sistemas eléctricos: al conectar la calefacción, las lunetas térmicas, los asientos calefactados o los retrovisores calefactados aumenta el consumo de combustible porque el frío reduce la energía de la batería y el motor debe esforzarse más.
Vehículos eléctricos en invierno
El frío también perjudica a los coches eléctricos. El uso de la calefacción acorta la autonomía de entre el 6% y el 10% en condiciones de circulación normales. Un modelo con unos 400 kilómetros de autonomía eléctrica pierde hasta 40 kilómetros de alcance con la calefacción encendida.
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Entusiasta del motor en toda su magnitud, preferiblemente los V12. Le dijeron que cuatro ruedas eran mejor que dos, por eso se compró otra moto. Claro que también le apasiona cuando van las cuatro juntas. Ha trabajado como creativo publicitario para muchas marcas de coches y motos e hizo la mili en esto de juntar letras en la editorial Luike.