Los riesgos de circular con poca presión en los neumáticos

La baja presión en los neumáticos incrementa el consumo de combustible, provoca numerosos accidentes y acelera su desgaste.

Los neumáticos son un elemento primordial en la seguridad vial porque son los encargados de mantener el control del vehículo sobre la calzada. Un mantenimiento correcto es de gran importancia para garantizar una conducción segura y mantener la estabilidad en las curvas o cuando se frena. Y cobra aún mayor importancia sobre todo en condiciones de baja adherencia; por ejemplo, cuando el asfalto se moja por la lluvia. 

Pero la presión de inflado también influye directamente en el consumo. Si es incorrecta, los neumáticos opondrán mayor resistencia a la rodadura y provocará que el vehículo gaste hasta un 10% más de combustible, incrementando sus emisiones de forma proporcional.  

Es por ello que desde 2014 todos los coches nuevos matriculados en la UE deben equipar de serie el sensor de presión TPMS, que monitoriza los neumáticos y avisa de una presión incorrecta mediante una alerta en el cuadro de instrumentos. 

Cómo saber si la presión es insuficiente 

Sin embargo, en España todavía circulan muchos coches que carecen del sensor TPMS. En su caso, será todavía más importante comprobar periódicamente el estado de presión de cada neumático utilizando un buen manómetro y un compresor de aire para restablecerla si fuera necesario. 

Las estaciones de servicio tienen la obligación de ponerlos a disposición de sus clientes. Sin embargo, no siempre el manómetro del surtidor de aire está en condiciones de marcar con precisión los valores de presión, por lo que es recomendable adquirir uno de mano de buena calidad o bien realizar la comprobación en un taller de confianza. 

Al conducir el coche, son varios los síntomas que hacen sospechar de una presión insuficiente en las ruedas. Una mayor resistencia al manejar el volante puede ser uno de ellos, y también que el coche en las curvas se muestre más torpe en sus reacciones o no siga con la suficiente precisión la trayectoria marcada por el conductor.

Otro indicio es que, al frenar, tarde más en detenerse, la dirección transmita vibraciones y el vehículo se desvíe hacia los lados. 

Un desgaste prematuro 

Los neumáticos también se degradan más rápido por falta de aire en su interior. Un desgaste excesivo y asimétrico de los flancos es un indicio de que no llevan la presión suficiente.  

Pero también puede ocurrir que el problema sea el contrario, y que la presión sea superior a la recomendad por el fabricante del vehículo, en cuyo caso el neumático tampoco cumplirá bien su cometido.

Un exceso de aire afectará al buen funcionamiento de la suspensión, perjudicando la estabilidad y el agarre al asfalto también será peor. Y al igual que ocurre con la falta de aire, con el exceso el desgaste también será más rápido, afectando sobre todo a la parte central de la banda de rodadura. Si la sobrepresión es exagerada, podría provocar un peligroso reventón del neumático. 

Las consecuencias son graves, ya que en hasta un 15% de los accidentes mortales intervienen vehículos con presiones inadecuadas en sus neumáticos. Y el 10% de las asistencias en carretera son consecuencia de alguna avería en los neumáticos. 

Esperar a que los neumáticos se enfríen 

Por ello, es conveniente reestablecer con frecuencia la presión correcta. Suele estar indicada en una pegatina adherida en el interior del marco de la puerta del conductor. Y es recomendable hacerlo cada mes, pues en ese tiempo un neumático (incluso en buenas condiciones) puede perder hasta 0,1 bares de presión.

Asimismo, hay que tener en cuenta que será aún más necesario hacerlo antes de emprender un viaje largo por carretera. Tampoco habrá que ignorar esta recomendación en los coches que incluyan el testigo del TPMS. Y, en cuanto se encienda, realizar una comprobación de las ruedas. 

Y atención, porque es muy importante realizar esta operación con los neumáticos fríos. Hay que dejarlos reposar unas tres horas después de un trayecto por carretera, así como no recorrer más de cinco kilómetros a baja velocidad hasta la estación de servicio o el taller, para que no vuelvan a calentarse.

Cuando aumentan su temperatura por la fricción con el asfalto, el aire contenido en su interior se dilata y provoca que la presión medida por el manómetro sea mayor que la real.  

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