Las preguntas son simples: ¿qué resulta más atractivo para el cliente, comprar un coche convencional o uno que reinterprete la imagen de algún icono histórico de la marca? ¿Tiene más gancho comercial un Mini moderno o un utilitario de su tamaño? ¿Seduce más un Fiat 500 reactualizado o el Panda, su equivalente?
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Las respuestas a primera vista parecen obvias: a la mayoría de los compradores potenciales les resulta más atractivo o les hace más ilusión adquirir la interpretación moderna de un modelo histórico que sus equivalentes actuales. Y el mercado confirma que incluso se acaban pagando precios superiores. Así que la elección parece clara.
El Renault 5 renace
Sin embargo, ha tenido que llegar Luca de Meo a la presidencia de Renault, para que la compañía francesa lanzara un programa para explotar el carisma y la nostalgia del legendario R5. El simple anuncio de su lanzamiento, de aquí a 2025, ahora con mecánica eléctrica, protagonizó la presentación del Plan Renaulution para revitalizar la marca del rombo.
Pero el primer conejo que se ha sacado de la chistera el visionario ejecutivo italiano –llevó a Seat al mejor momento de su historia– tenía segunda jugada. El tirón mediático de un simple prototipo que recupera el utilitario de los años setenta permitió a la marca del rombo entrar en los informativos de medio mundo. Y fue clave para cumplir otro objetivo más importante: devolver la confianza y motivación que necesitaban sus empleados para afrontar un periodo difícil de su historia.
Esta brillante operación de marketing parece sencilla de replicar. Pero la viabilidad final resulta más complicada, y exige varias condiciones imprescindibles. La primera es tener ejecutivos dispuestos a abandonar su zona de confort y asumir riesgos para proponer cosas diferentes. Y pocas veces se da, al menos en el automóvil. La segunda es contar con algún modelo histórico icónico que permita revitalizar el mito.
La tercera es que el diseño actualizado cumpla normativas como la de seguridad, por ejemplo, el frontal en las pruebas de choque. Y la última es la clave: ¿cuántas unidades hay que vender para que salgan los números?
Pero si se acierta con el diseño, el éxito supera casi siempre las expectativas, como confirman los antecedentes recientes. Y en la mayoría de los casos, con precios y márgenes de beneficio superiores a los de los modelos convencionales de su tamaño.
El legado del VW Beetle
Sucedió con la reinvención del Mini, que salió en 2001 y lleva ya vendidas 5,1 millones de unidades. Se repitió con la versión moderna del Fiat 500 de 1957, que con apenas tres metros de largo y solo 15 CV motorizó Italia, como el Seat 600 en España. Logró seducir a cuatro millones de clientes hasta 1975, y pasó a la historia como uno de los mejores diseños industriales de todos los tiempos. Y como tal se exhibe en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York.
Su heredero actual, presentado en 2007, repite el triunfo de su antecesor con 2,3 millones de unidades fabricadas. Y en 2020 llegó la segunda generación, ahora con mecánica 100% eléctrica.
Otro icono del automóvil, el VW Beetle o escarabajo, se diseñó incluso antes, en 1938, para popularizar el automóvil en la Alemania de entreguerras. Llegó más tarde, pero su éxito traspasó fronteras y en seis décadas, hasta 2003, se fabricaron 21,5 millones. Antes, en 1997, se resucitó su silueta con la tecnología del Golf para dar a luz al New Beetle. Y vivió una segunda vida hasta 2009, con 1,7 millones más.
Las reencarnaciones han llegado incluso a deportivos como el último Renault Alpine, un calco del mítico A110 de 1962, y a todoterrenos, como el nuevo Land Rover Defender, que actualiza la imagen del modelo original de 1948.
El acento español de los Mini y 500
La reinvención del Mini se presentó en 2001 y al cierre de 2020 se habían vendido 5,1 millones de unidades. Pero su éxito, como el del nuevo Fiat 500, con 2,3 millones vendidos, tiene un marcado acento español: los dos han salido del lápiz de Frank Stephenson Santos, un brillante diseñador de padre norteamericano y madre malagueña que se crio en Madrid.
El primer Mini fue obra de Alec Issigonis, que recibió de British Motor Company (BMC) el encargo de diseñar un coche popular, asequible y de muy bajo consumo para afrontar la crisis del petróleo de 1956. Lo desarrolló en solo 120 días y se presentó en 1959.
Su sucesor actual salió de un concurso convocado por BMW en 1995 que ganó Frank Stephenson. Y así nació en 2001 el nuevo Mini (3,62 metros), que ya por la tercera generación (3,82 metros). Entre el original y su sucesor sumaron 10 millones en 2019.
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