Al hablar de excesos de velocidad, es lógico pensar en cifras superiores a los 120 km/h que es el máximo estipulado para las carreteras españolas. No obstante, hubo quien recibió una multa histórica por circular a 13 km/h.
A finales del siglo XIX, la industria del motor empezaba su andadura y la normativa de tráfico en nada se parecía a la actual. Tanto es así que muchas leyes se modificaban en función de las necesidades que iban surgiendo.
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Los límites de velocidad, por lo tanto, en nada se parecían a los de ahora: visto desde el prisma actual parecían mucho más restrictivos, pero los vehículos de la época tampoco tenían las capacidades de hoy en día.
Tanto es así que, según el Récord Guinness, la primera multa por exceso de velocidad la recibió un británico el 28 de enero de 1896. Walter Arnold conducía su Karl Benz por East Peckham, una ciudad ubicada en el Condado de Kent, cuando un agente le dio el alto.
10 km/h por encima del límite
Circulaba a ocho millas por hora (13 km/h) en una zona limitada a dos (3,2 km/h): este era el límite designado para las vías urbanas. En las interurbanas era de cuatro (6,4 km/h). Iba más lento que una bicicleta, teniendo en cuenta que, de media, un ciclista puede alcanzar entre 20 y 28 km/h en terreno plano.
Walter Arnold no sólo cuadriplicó la velocidad máxima, también cometió otras infracciones como conducir un carro sin caballos por una calle pública, sin la intervención de tres personas y sin mostrar tanto el nombre como la dirección del vehículo.
La multa con la que castigaron su exceso de velocidad fue de un chelín: en aquel momento, esta cantidad equivalía al sueldo de un trabajo no cualificado y con ella, una familia de cuatro personas podía hacer una compra semanal. Además de las costas judiciales, el conductor abonó nueve chelines.
Tras este episodio, el Gobierno de Reino Unido decidió revisar los límites de velocidad para adaptarlos a los vehículos que circulaban por las calles y carreteras en aquel momento. Primero lo ampliaron a 14 millas (22,5 km/h) y en 1903 a 20 (32 km/h). En 1930 los eliminaron y en 1934 volvieron a recuperarlos para establecerlos en 30 millas por hora (48,2 km/h).
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Desde que aprendió a hablar y escribir, una de sus pasiones siempre fue contar todo lo que pasaba a su alrededor. Hizo las maletas y cambió Zaragoza por Madrid para estudiar Periodismo en la Universidad Complutense. Antes de graduarse, el mundo del motor se cruzó en su camino… y nunca lo ha abandonado.
