Más sutil que la lluvia o el viento, menos visible que la niebla, el calor ataca a los conductores y aumenta el riesgo de sufrir un accidente. Puede generar agotamiento, náuseas y deshidratación, y también causar calambres. Y al volante, en particular, afecta fundamentalmente a los reflejos y a la sensación de fatiga.
Una de las consecuencias directas del aumento de temperatura en el coche es la somnolencia y, por tanto, un mayor tiempo de reacción ante determinadas circunstancias. Y circulando a 90 km/h en una carretera convencional, por ejemplo, frenar un segundo más tarde supone hacerlo casi 28 metros más allá de la cuenta.
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Según un análisis de la Universidad de Loughborough (Reino Unido) y el European Hydration Institute, un conductor con una hidratación insuficiente comete errores similares a los de alguien que tenga un nivel de 0,8 g/l de alcohol en sangre. Otros estudios corroboran que conducir con exceso de calor puede incrementar más de un 20% el riesgo de accidente, y cuanto más alta sea la temperatura, mayor es el peligro.
Para hacerse una idea: con una temperatura interior de 35 grados, el conductor puede dejar de percibir el 20% de las señales de tráfico e incrementar sus errores más de un 30%. La visión del automovilista también empeora e incluso pueden aparecer ciertos efectos o reflejos fruto del aire caliente, según recuerda el comparador de seguros Acierto.com.
Uno de los informes más completos de los últimos años sobre la influencia de la somnolencia en los accidentes de tráfico en España (realizado por la Fundación Línea Directa y Fesvial) establece también que la falta de sueño y descanso en la conducción duplica el riesgo de morir en caso de sufrir un siniestro: mientras que el 1,9% de los accidentes convencionales terminan con al menos un fallecimiento, el porcentaje crece hasta el 3,9% en el caso de los causados por la somnolencia.
En cuanto al resto de los ocupantes, dejar a un menor dentro del vehículo durante 10 minutos (con una temperatura exterior superior a los 25 grados) dispara las probabilidades de que sufra un golpe de calor. Los más vulnerables son los niños menores de cuatro años y los adultos de más de 65, así como aquellos que padecen enfermedades cardiovasculares, respiratorias o demencias.
Averías que genera el calor
Más allá del conductor, el calor también tiene consecuencias sobre el propio vehículo, ya que las altas temperaturas pueden deteriorar determinadas piezas. Entre ellas, generan una serie de reacciones químicas en las baterías, sobre todo en aquellas que tienen más de cuatro años de antigüedad.
El motor también se ve afectado, puesto que el sistema de refrigeración tendrá que hacer un esfuerzo mayor para alcanzar la temperatura óptima para su funcionamiento. Y los manguitos y las ruedas tampoco se salvan. Estos primeros pueden acabar resecándose y partiéndose. Respecto a las gomas, una rueda con baja presión tiende a sobrecalentarse y a desgastarse antes, mientras que el exceso de presión reduce el agarre.
Cómo actuar ante el calor
Para reducir los errores humanos y minimizar los riesgos mecánicos, los expertos proponen algunos consejos:
- Poner a punto el coche antes de emprender un viaje largo (o cuando ha estado una larga temporada parado, como en el caso del confinamiento). La revisión del aire acondicionado será clave para combatir el calor: los especialistas recomiendan sustituir los filtros cada 15.000 kilómetros.
- Evitar las comidas copiosas y el alcohol antes de coger el coche será otro imprescindible para alejarnos de los percances.
- Vestir prendas ligeras, usar gafas de sol antirreflejantes, hidratarse correctamente y mantener la temperatura del interior entre 22 y 24 grados.
- No salir durante las horas de calor, hacer paradas frecuentes si el trayecto es largo, bajar las ventanillas antes de reemprender la marcha y poner el aire acondicionado sin dirigirlo directamente hacia nuestro cuerpo.
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