Muchas las ciudades (Ámsterdam, Londres, París, Nueva York…) han emprendido una lucha contra la contaminación acústica del tráfico rodado. Lo hacen con ayuda de la tecnología: en esta batalla, España no es una excepción.
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Basándose en las normativas que regulan la contaminación acústica, han apostado por instalar radares de ruido o radares medusa: así se conocen por la forma que tienen. Estos dispositivos vigilan los decibelios procedentes de los tubos de escape.
El objetivo es poner coto a los vehículos con escapes modificados. Sin embargo, estos sistemas no diferencian entre los accesorios originales y los añadidos posteriormente. Esto supone un problema para los coches más prestacionales, que son significativamente más ruidosos que la mayoría de los vehículos.

Así funcionan los radares de ruido
Están equipados con micrófonos para medir el sonido que emite cada vehículo, incluso en condiciones de tráfico denso. También cuentan con cámaras para interceptar la matrícula del vehículo infractor.
Normalmente, están instalados en la parte más elevada de los postes y su radio de acción son las zonas urbanas, donde la velocidad máxima tiene límites bajos de 30-50 km/h.

Radares de ruido en España
En España sólo hay una ciudad que ha apostado por instalar radares de ruido para frenar la contaminación acústica proveniente del tráfico, multando a los vehículos que superan ciertos niveles.
Barcelona ha colocado estos radares en 11 puntos de la ciudad y, también, en la carretera C-31. Eso sí, no multan a los vehículos infractores.
Por su parte, la Dirección General de Tráfico (DGT) no tiene radares de ruido entre sus sistemas de vigilancia, aunque pueden sancionar a los coches que superen cierto nivel. Y es que la normativa establece un límite máximo de 87 dB: quien supere esta cifra o la que figura en la ficha técnica del vehículo será sancionado.
- Hasta cuatro decibelios: 90 euros.
- Entre cuatro y siete decibelios: entre 91 y 300 euros.
- Más de siete decibelios: entre 300 y 600 euros.
Más ejemplos: Nueva York y París
Nueva York instaló radares de ruido que se activan cuando un vehículo produce, al menos, 85 decibelios a una distancia de 15 o más metros desde el lugar en el que están instalados. Eligieron esa cifra porque, a partir de ese nivel, el ruido puede producir daños en la audición humana.
Cuando un escape supera los 85 dB, la cámara del radar de sonido hace una fotografía al infractor y emite una multa. La primera vez, es de 800 dólares (720 euros, según el cambio actual), la segunda es de 1.700 (1.530 euros) y la tercera es de 2.700 dólares (2.430 euros).
En Francia han instalado radares de ruido en siete ciudades, entre las que figuraban Niza, Saint-Lambert, Toulouse o París. Todos los vehículos que superen los 85 decibelios serán sancionados. Cada infracción se castigará con una multa de 135 euros, que se reducirá a 90 euros si se paga en un plazo de 15 días.
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