El color del humo que sale por el escape es una fuente de detección de problemas conocida por muchos conductores. Pero hay otros indicadores menos populares, aunque igualmente fiables, que permiten comprobar con un simple vistazo, sin herramientas, si un determinado componente del coche está en mal estado.
Estas señales reveladoras pueden ser útiles tanto para descartar la compra de un modelo de segunda mano, como para identificar una posible avería grave en el vehículo propio. Y pueden servir, además, para ahorrarse el tiempo que dedicará el taller a concretar la más que probable incidencia, y su factura asociada, porque se llegará con el problema ya identificado.
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Humo del coche
Si el humo que sale por el escape es de color negro, significa que el coche produce una mala combustión. Si es blanco, que el líquido refrigerante se está introduciendo en el interior del motor (que no debería) y, si tiene tono azulado, que es el aceite el que se quema, por la misma razón anterior.
Ninguno de los tres casos resulta tranquilizador, pero los dos últimos son especialmente preocupantes, por el elevado coste de la reparación. El primero, en cambio, puede deberse a múltiples factores, y no todos son graves o, al menos, muy caros de arreglar.
A coche parado
• Motor: mirar los tapones del aceite y del radiador
Con el coche frío, se abre el capó y se busca el tapón superior que permite echar el aceite. Si se aprecia espuma en su interior (fresca o seca), es más que probable que la junta de culata esté dañada. Y es una reparación que nunca suele ser económica.
Repetir la operación con el tapón superior del radiador. Si el interior está sucio, mala señal. También se puede observar el fluido de refrigeración que hay en el conducto que cierra el tapón, que debe ser verde y no presentar partículas flotantes, solo líquido.
• Bajos: líquidos en el suelo
Si el coche es propio, se puede dejar un cartón debajo del vehículo para apreciar si el motor presenta fugas. Y mejor si es de color blanco, porque ayudará a identificar la procedencia.
Al igual que los humos del escape, el color resulta concluyente: el aceite es dorado o marrón (o casi negro si está muy sucio); el líquido refrigerante, verde; el fluido de la dirección asistida, morado, y el de la transmisión (cambio…), tirando a rojizo.
Si se está probando un modelo de segunda mano, tras la conducción, se podría dejar el motor arrancado y mirar debajo. Después, apagarlo y pasados unos minutos, volver a mirar. Y olvidarse de la compra si muestra cualquier goteo. Puede ser un problema menor, e incluso barato, pero no conviene arriesgarse: hay muchos otros coches que pueden valorarse.
En marcha
• Interior: olor procedente del motor
Si al circular con el vehículo se aprecian olores que provengan del compartimento motor, la conclusión es clara: mejor olvidarse. El combustible tiene un aroma conocido por la mayoría y es fácilmente reconocible. Pero también puede ser que huela como a tubo de escape, a humo de combustión, y este supuesto suele estar provocado por fisuras o roturas en el colector de escape.
• Cambio: atención a las marchas
Como ciertas partes del motor, como la junta de culata, la caja de cambios suele ser un componente especialmente costoso de reparar. Y cualquier aviso de mal funcionamiento, por pequeño que sea, debería tenerse en seria consideración.
En sistemas manuales, si la palanca presenta un tacto demasiado blando o impreciso, el sospechoso habitual es el varillaje, que no suele ser muy costoso de solventar. Por contrapartida, si alguna marcha no entra, salta una vez engranada (sucede sobre todo el al frenar, no al acelerar) o rasca mucho, la factura va a ser abultada.
En cambios automáticos, hay que tratar de usar el modo manual y comprobar que todas las velocidades funcionan con normalidad.
• Transmisión: ojo con los sonidos repetitivos
Los palieres o semiejes de transmisión conectan el motor con las ruedas, y en principio podrían durar toda la vida útil del modelo. Pero no siempre es así, y tampoco son baratos. Se conectan a la mecánica a través de coronas dentadas, y la mayoría de averías se relacionan con su deterioro.
Si una corona pierde uno o varios dientes, producirá un sonido repetitivo, con mayor o menor frecuencia, pero siempre en un determinado momento, que será cíclico. Para comprobarlo, conviene ir a una explanada asfaltada y lisa. El procedimiento es sencillo: bajar la ventanilla (para oír, e incluso sacar la cabeza), girar la dirección a un lado casi a tope y describir círculos con el coche a baja velocidad. Si suena, clac, clac, de forma repetitiva, uno de los cabezales estará mal. Girar también al otro lado para comprobar ambas partes, derecha e izquierda.
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