El otoño se recrudece, dirige ya sus pasos hacia el invierno y la semana se presenta desapacible en la mayor parte del país. Bajas temperaturas, lluvia e incluso nieve pueden comprometer la circulación de los vehículos. Siempre es importante mantener el coche en buen estado, pero incluso más si cabe en condiciones adversas como las pronosticadas para este final de noviembre. Y uno de los elementos a menudo ignorado por muchos conductores son los limpiaparabrisas.
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La trascendencia de su función es evidente: mantener las mejores condiciones de visibilidad cuando resulta comprometida por la presencia de agua en el parabrisas. En principio se antoja como una tarea simple, que sin embargo no lo es tanto cuando la lluvia es intensa o los limpiaparabrisas son incapaces de realizar su tarea con eficacia.
La presencia de líquido en el cristal delantero distorsiona la incidencia de la luz y limita la agudeza visual de las personas. Tanto es así que desde AECA-ITV, la patronal de las estaciones de inspecciones técnicas de vehículos, han querido recordar la importancia de tener siempre los limpiaparabrisas en perfectas condiciones, incluyendo el de la luneta posterior que permite controlar lo que sucede por detrás del vehículo.
Síntomas inequívocos
En este sentido, existen una serie de señales o síntomas que indican que la sustitución de este equipamiento es necesaria o incluso urgente. Son todos bastante sencillos y esclarecedores, a pesar de lo que muchos automovilistas los ignoran con el consiguiente riesgo de sufrir problemas de visibilidad en caso de lluvia.
La primera evidencia del deterioro de los limpiaparabrisas es su chirrido al accionarlos, incluso cuando las lunas están mojadas. La goma de las escobillas que entra en contacto esa superficie sueñe resecarse con el paso del tiempo y los cambios de temperatura, endureciéndose hasta reducir de forma significativa su eficacia. Es en se momento cuando el roce provoca un desagradable y conocido sonido, que aconseja la sustitución inmediata de los limpiaparabrisas.
Algo similar ocurre cuando en el parabrisas quedan restos de suciedad o la evacuación del agua se realiza de forma irregular. Puede deberse de nuevo al mal estado de la goma, en este caso a cortes o estrías que no llegan a entrar en contacto con el cristal. En ocasiones el inconveniente proviene de la pieza que une el limpiaparabrisas con el brazo oscilante, incapaz de ejercer la presión necesaria para que cumplan su función correctamente.
Antes de apreciar estos síntomas sobre la marcha, con lo cual ya será tarde y se estará circulando en condiciones poco apropiadas, una simple inspección de los limpiaparabrisas ayuda a una detección precoz del deterioro. Su goma debe tener la dureza precisa, nunca excesiva porque supondrá que se ha resecado y ya no resulta eficaz para deslizarse por el cristal y expulsar el agua.
El tacto también revela el mal estado de las escobillas. Si al tocarlas con la mano se aprecian irregularidades, cortes, goma suelta o cualquier otro desperfecto es poco probable que realicen su tarea como es deseable. Algunos fabricantes incluyen en sus productos, al igual que los avisadores de los neumáticos, testigos de color que indican el desgaste excesivo del limpiaparabrisas.
En caso de duda siempre es indicado proceder a su sustitución. Se trata de un componente de un precio asumible y que tiene una influencia determinante en la seguridad vial, especialmente en las épocas más lluviosas del año. Aunque tampoco conviene relajarse al respecto en otros momentos: una tormenta de verano que sorprenda al conductor puede limitar de forma peligrosa la visibilidad mientras se circula.
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