En algunas carreteras secundarias están apareciendo unos discretos dispositivos: unas estacas reflectantes que están ubicadas en los laterales de tramos estratégicos. No están ahí por casualidad: su misión es reducir el riesgo de un tipo concreto de accidente.
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Estos postes se instalan cada ciertos metros y de manera escalonada para dar forma a una barrera luminosa, que no resulta peligrosa para los conductores. Su función pasa por reflejar la luz de los faros de los vehículos hacia los bordes.
¿Para qué? Para crear un efecto de deslumbramiento temporal que disuade a los animales de cruzar la carretera cuando pasan vehículos. Y es que este tipo de siniestro supone un peligro en determinadas zonas y en determinados momentos del año.
Efectivas y baratas
Las estacas reflectantes se instalan, principalmente, en zonas rurales. Es allí donde se ha identificado que las colisiones con animales salvajes (jabalíes, corzos, zorros, tejones) son más frecuentes. Contrariamente a la creencia popular, los puntos más peligrosos no son los bosques: son las áreas donde se crean corredores naturales que obligan a los animales a cruzar.
El aspecto económico también juega a favor de estos dispositivos: equipar un tramo de carretera cuesta, aproximadamente, 3.000 euros. Un paso de fauna es más complejo y caro porque son estructuras que permiten el tránsito seguro de animales salvajes a través de carreteras y autopistas.
Una prueba piloto
Este tipo de instalaciones son cada vez más habituales, pero el concepto no es nuevo: durante la década pasada, se llevaron a cabo experimentos de este tipo en Francia. Según uno de los responsables de este sistema, los resultados fueron concluyentes: el número de accidentes bajó entre un 60 y un 90%.
Ahora, cuatro regiones del país galo (Lemosín, Alto Garona, Alto Loira y Maine-et-Loire) han decidido poner en marcha un proyecto piloto protagonizado por estas estacas reflectantes.
Durante un año evaluarán su eficacia. Si los resultados son concluyentes, como ocurrió con los primeros experimentos, el sistema podría extenderse a otras áreas donde los accidentes con animales son comunes.
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Desde que aprendió a hablar y escribir, una de sus pasiones siempre fue contar todo lo que pasaba a su alrededor. Hizo las maletas y cambió Zaragoza por Madrid para estudiar Periodismo en la Universidad Complutense. Antes de graduarse, el mundo del motor se cruzó en su camino… y nunca lo ha abandonado.