Desde hace algunos meses, Europa ha comenzado a notar las consecuencias de la guerra desatada el pasado febrero por la invasión rusa de los territorios ucranianos. El suministro de gas y otros combustibles se ha visto afectado y, ante la proximidad del invierno, el temor del desabastecimiento energético acecha a los países de la UE.
El efecto del enfrentamiento armado también se ha dejado notar en el precio de los alimentos, sobre todo en los cereales y en los fertilizantes, de los que Ucrania es un importante productor.
Sin embargo, otros efectos añadidos se han comenzado a notar en el Reino Unido. En concreto, sobre la superficie de sus carreteras, que en los últimos meses han experimentado un notable deterioro, como ha denunciado en un informe el RAC (Royal Automobile Club).
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Los baches se han multiplicado por toda la red viaria británica y la razón también parece ser la guerra de Ucrania.
Según los datos manejados por la asociación de automovilistas británica, el 60% del asfalto empleado en las islas para cubrir y reparar las carreteras proviene de Rusia, país que habría restringido el suministro de este material en represalia por las sanciones económicas que le ha impuesto la comunidad internacional.
Reducción de presupuestos por la crisis
El efecto de esta carencia en las importaciones de asfalto no se ha hecho esperar. Las administraciones locales del Reino Unido han denunciado un incremento de un 22% en el precio de este importante material de construcción. Y el encarecimiento de este derivado del petróleo ha repercutido muy negativamente en el mantenimiento y la seguridad de las carreteras británicas.
Un estudio preliminar de la situación, realizado antes del conflicto, ya cuantificaba la inversión necesaria para reparar las carreteras en 12.000 millones de libras (unos 13.680 millones de euros, al cambio actual).
Un importante trabajo de conservación que se contemplaba acometer a lo largo de 10 años, y que ahora se complica sobremanera ante la importante subida de los costes. Además, para hacer frente a la crisis económica, el Gobierno británico ha reducido en una tercera parte los presupuestos destinados a subvencionar a las comunidades locales.
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