Hay algunas motos que imponen a primera vista. Su aspecto casi intimida e invitan a pensar cómo se comportarán una vez que estén en marcha. En esta categoría se encuadra la última generación, la tercera, de la Rocket, el no va más dentro de la gama Triumph y que sube un peldaño (o quizá dos) en la escala de la admiración que es capaz de despertar a su paso.
Más información
Se trata de una máquina impresionante en todos los aspectos. Sus dimensiones son generosas, larga, ancha y pesada. Puede incluso llegar a asustar por el efecto que causa su motor, no en vano el de mayor cilindrada fabricado jamás en una motocicleta de producción en serie. Sus 2.500cc son casi lo de menos, lo que deslumbra es el protagonismo que reclama en el conjunto, llama la atención al primer golpe de vista y sobre todo en su lateral derecho, donde aparecen las tres salidas de escape.
Sí, porque pese a su cubicaje se trata de un propulsor tricilíndrico. Una especialidad de Triumph, que se atreve con esa configuración mecánica asimétrica que asusta a muchos otros. Confían tanto en su conocimiento de los propulsores de tres cilindros que incluso los facilita para las exigencias extremas de la competición, como proveedor exclusivo del Campeonato del Mundo de Moto2.
El motor de la Rocket 3, claro está, es muy diferente a los de las carreras. Sin embargo, representa a la perfección la excelencia con la que puede funcionar esta ingeniería. Sencillamente se trata de un motor espectacular. Podríamos referirnos a sus 167 CV de potencia máxima o a los 221 Nm de par, aunque ceñirse sólo a las frías cifras supondría faltar en gran parte a la realidad. Es una moto de sensaciones y las que ofrece son incomparables.
Hay modelos en el mercado mucho más potentes. Desde luego que también más rápidos. Pero subir a la Rocket 3 y percibir que lo hacemos a una máquina especial resulta cuestión de minutos, casi de segundos. Podríamos relacionar en estas líneas todas sus características técnicas, aunque no merece tanto la pena con lo mucho que tiene que contar esta moto. Sus datos los recoge con minuciosidad la web de la marca británica, poco más se puede aportar en este sentido.
Así que hablemos de esas sensaciones, diría que de sentimientos al manillar de la Rocket 3. Cuando se mide 1,70 metros y se pesa algo más de 70 kilos (al menos estando en forma) subirse a semejante aparato la verdad es que intimida. Una moto enorme en todos sus parámetros, aunque para empezar asusta algo menos al llegar sin problemas con los pies al suelo.
Una agradable sorpresa
En parado todos los gatos son pardos, así que toca arrancar y comprobar el comportamiento de semejante mastodonte. Primera, segunda, tercera… Potencia plena a cualquier régimen, empuja con contundencia a la menor insinuación al puño de gas. ¡Y cómo corre! Mejor estar atentos al velocímetro, superar los límites legales es imperceptible y con una sensación de seguridad muy gratificante. El conjunto exhibe el aplomo propio de sus 294 kilos, veremos qué ocurre cuando haya que pararlo o inclinarlo…
Resulta gratuito decir que esta Triumph no es una deportiva. La propia marca británica, y muchas otras más, tienen propuestas más adecuadas para los quemadillos del asfalto. Dicho esto, destaca la manera en la que tal mole puede desenvolverse en cualquier terreno. El primer reto que afrontamos es una rotonda, veremos cómo frena y cómo gira. ¡Sencillamente impresionante! No se trata de arrastras las estriberas, que se puede, pero el comportamiento roza lo intachable, ningún extraño previo al giro, gracias a sus poderosos frenos y solvencia en recta, durante el mismo, ni siquiera a la salida gracias al funcionamiento del control de tracción y los diferentes modos de utilización.
Es una tendencia que se mantiene en cualquier tipo de trazado. En los muy revirados se aprecia que es una moto larga y pesada, pero en los más rápidos de tipo mixto su solvencia es admirable teniendo en cuenta los prejuicios que puede despertar la Rocket 3. En autovías o carreteras rápidas rueda sobre raíles, una auténtica devoradora de kilómetros sólo penalizada por una protección aerodinámica bastante escasa (y eso en la versión GT más rutera, en la R es nula).
Aunque donde más se disfruta de su poderoso motor es en las nacionales de doble sentido, esos trazados de ritmo medio en los que las salidas de las curvas invitan a acelerar con alegría. Entonces se trata de una moto imbatible entre las de su estilo, de las que dibuja una sonrisa en el rostro del conductor por su enorme capacidad de aceleración.
Tantas cualidades mencionadas (junto al despliegue técnico y de equipamiento que se recoge en su ficha técnica) tienen, como no podía ser de otro modo, un precio. En concreto, 23.800 euros. No es desde luego una cantidad baja, pero lo cierto es que la Triumph Rocket 3 GT lo vale.
Otra cuestión es su posicionamiento en el mercado. Aunque potente, no es una deportiva. Es cómoda pero no lo suficiente para largos viajes. Desde luego que no es una moto para la ciudad, por su tamaño y peso. ¿Para qué sirve entonces la última Rocket? Para ser feliz y disfrutar. Y eso puede ser suficiente para muchos y, sobre todo, no tiene precio.
Sigue toda la información de EL MOTOR desde Facebook, Twitter o Instagram
Una vida sobre ruedas. De piloto (malo) de motocross a periodista deportivo en Diario AS, incluyendo una década en los grandes premios de MotoGP. Apasionado de los coches y las motos, en más de 30 años ha tenido el privilegio de probar unos cuantos cientos de unos y de otras. Ahora, subdirector en Prisa Motor.