Bentley GT Speed: posiblemente, el mejor coche del mundo

Bentley GT Speed: posiblemente, el mejor coche del mundo

Ya antes de aterrizar en Múnich comienzo a intentar hacerme a la idea de lo que nos espera. Desde lo alto se pueden vislumbrar los verdes campos de Alemania, sus tupidos bosques y, sobre todo y lo que más nos puede interesar, un entramado de carreteras en las que como todos sabemos hay muchos tramos en los que no hay un límite de velocidad establecido. Teniendo como expectativa el Bentley… la verdad es que no puedo evitar ponerme un poco nervioso.

Una vez hemos aterrizado nos dirigimos a la terminal dos del aeropuerto de Múnich, donde se encuentra la recepción de Bentley. Podemos ver que tienen una gran explanada en la que suponemos estarán los coches, pero por el momento no hay nada. Entramos a la elegante carpa que han preparado. Por fin llega el momento, escuchamos un ronroneo lejano y poco a poco vemos aparecer los Bentley. Han desplazado hasta Múnich una amplia gama cromática, así que podemos elegir, estoy tentado entre varios colores, desde un verde lima hasta un naranja opaco, pasando por supuesto entre los colores más oscuros y tradicionales de la marca inglesa. Pero al final, como si fuese un dibujo animado, una vocecilla me recuerda que es el más rápido que han construido y que estamos en Alemania, así que soy consecuente y me decanto por uno rojo, en la marca lo denominan Rubino Red, y me parece el más indicado para dar color a mis intenciones.






Metemos nuestras maletas, introducimos el destino en el navegador y salimos del aeropuerto para llegar cuanto antes a la autopista. La ruta de este primer día de viaje nos llevara hasta el hotel donde pasaremos la noche en lo alto de los Alpes, cerca de la famosa ciudad de Berchtesgaden –famosa, entre comillas, pues era el lugar de vacaciones preferido por los altos cargos de la Alemania nazi y donde le regalaron a Hitler una mansión en lo alto de un pico denominada el Nido del Águila–.

Lecciones de historia aparte, lo bueno que tiene esta ruta es que divide nuestro recorrido en dos zonas, un primer tramo de autopista hasta las faldas de los Alpes, donde podremos poner a prueba el confort del GT Speed en un viaje por carretera y, por supuesto, la aceleración y velocidad punta, y un segundo tramo de ascenso por carreteras de montaña a través de valles hasta el hotel en el que comprobaremos qué tal se maneja el coche a través de curvas, contra curvas y carreteras estrechas.

La experiencia de la autopista alemana es algo que todo amante de los coches debería hacer antes de morir, no lo digo solo por los tramos sin límite de velocidad, sino por lo correctos que son, si la señalización pone límite de 80 km/h, todo el mundo reduce, si la señalización aumenta hasta los 100 km/h todo el mundo se adecua. Viendo cómo funciona de primera mano te das cuenta de que esos tramos sin límite son como pequeños premios al civismo en la carretera y, además, por si fuera poco, cuando te ven aproximarte a toda velocidad no tienen reparo en cambiarse de carril para que no tengas que reducir. Sin duda son un pueblo que en general entienden el placer de conducir.






El coche en carretera es increíble, una vez dejamos atrás la zona del aeropuerto y unas cuantas obras podemos poner a prueba el GT Speed por primera vez realmente. Carril izquierdo despejado, el siguiente coche se ve en la lejanía, comienzo a pisar el acelerador y en nada estoy oprimido contra el asiento, parece que va a despegar, llegamos a los 200 km/h sin ninguna dificultad en un tiempo ridículo. Quiero continuar acelerando pero ese coche que antes aparecía en la lejanía de repente esta justo delante de nosotros, hemos devorado el tramo que nos separaba sin darnos cuenta, este Bentley es toda una sorpresa. Aunque una vez sabiendo que está propulsado por un motor W12 con una caja de cambios de ocho velocidades no parece tan ilógico.

Continuamos este primer tramo alternando zonas de diferentes límites de velocidad, mientras aprovechamos para inspeccionar un poco más en detalle el interior. Siendo Bentley se da por sentado que los acabados son de muy buena calidad y en general todo parece correcto, los asientos son muy cómodos con un diseño con rombos que innova de lo que solemos ver.






Nos gustaron especialmente los clásicos tiradores para abrir y cerrar las salidas del aire acondicionado y el tacto de la palanca de cambios. Pero no todo es bueno, quizá mejoraríamos el posicionamiento de algunos elementos en el tablero, como por ejemplo la posición del botón de warning, que queda muy poco a mano, al igual que el cursor para ajustar los espejos. Tampoco nos gustó mucho el acabado del portagafas que, al cerrarlo, hace un sonido un poco desagradable y que desentona con el resto del coche, pero no es nada que no puedan solucionar rápidamente los ingenieros de Bentley.

A pesar de que todo el habitáculo es excepcional y silencioso, según nos comentaron luego los responsables de la producción del GT Speed, una de las prioridades que tuvieron fue la de reducir el ruido en el interior del vehículo, y lo consiguieron de forma notable porque realmente da lo mismo si vas a 80 o a 300 km/h, puedes mantener una conversación con tus acompañantes sin tener que alzar la voz en ningún momento.

Una vez dejamos la autobahn y nos disponemos a escalar los Alpes hasta nuestro hotel, el Bentley demuestra que si en carretera es excepcional en curvas también se comporta. Partiendo de la base de que los Bentley no son coches precisamente pequeños ni ágiles, este nos sorprende al lanzarse sin miedo de curva a curva. Con una gran estabilidad y ayudado por su sistema de tracción a las cuatro ruedas, el GT Speed brilla como nunca lo ha hecho un Bentley en una carretera de ese tipo.






En este tramo, aunque fue imposible exprimir su velocidad punta por razones obvias, volvemos a darnos cuenta de la gran aceleración que tiene el coche cuando ocasionalmente tenemos que adelantar rápidamente a camiones, otros coches y algún tractor en las carreteras que van de pueblecito a pueblecito. Continuamos nuestro ascenso ya a través de bosques de árboles altísimos, hasta que al final llegamos a nuestra parada. Dejo el coche y me doy la vuelta para disfrutar del paisaje que, la verdad, es sobrecogedor, estamos a 1.000 metros sobre el nivel del mar, más arriba solo podemos ver el pico de la montaña donde estamos y más abajo vislumbramos todos los valles y poblaciones que hemos atravesado para llegar hasta aquí. Se hace de noche y hace bastante frío, así que entramos al hotel para cenar y pasar la noche.

A la mañana siguiente madrugamos, pues nos espera una jornada frenética, nuestro vuelo sale a la 12.30 desde el aeropuerto de Múnich y calculamos que como mínimo tardaremos tres horas en llegar si hacemos gran parte del recorrido por autopista, pero una sesión de curvas mañanera es demasiado tentadora, así que salimos con aún más tiempo para poder hacer la mitad del recorrido por montaña. Antes de salir disparados decido echarle un ojo a la vista de los valles que tuve el día anterior, pero un mar de nubes blancas tapa todo lo que hay por debajo de nosotros, resulta irónico que si vives a esa altura la diferencia entre un día despejado y un día nublado la establecen unos cuantos metros.






Nuestro trayecto por las carreteras de montaña nos lleva un poco más de tiempo del que esperábamos ya que, durante un tramo estuvimos atascados por detrás de un par de chicas alemanas en un Porsche con pinta de estar muy perdidas. Una vez las pasamos nos dirigimos a la autopista para recuperar tiempo y no perder el vuelo, el navegador estima que llegaremos a las 12.15 y eso no nos vale, la autobahn y el GT Speed lo tienen que solucionar y así lo hacen, haciéndonos ganar unos valiosos 15 minutos y dándonos la oportunidad de sobrepasar los 300 km/h en algún punto.

Dejamos el coche, me despido de la gente de Bentley y corriendo me marcho a coger mi vuelo. Tuve suerte y no lo perdí, y una vez en el avión intento decidir si el Bentley Continental GT podría ser el coche de mis sueños…

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