Muy similares, pero al mismo tiempo muy diferentes. El Ferrari F8 Spider y el Aston Martin DBS Superleggera Volante son dos descapotables superlativos de altas prestaciones. Recogen la leyenda que envuelve a sus famosos fabricantes y proponen diseños arrebatadores y motores que rondan los 720 CV de potencia. Y ambos aportan unas sensaciones al volante inolvidables.
Pero cada uno tiene su estilo, y su público. El Ferrari se centra en la máxima deportividad y eficacia dinámica, mientras que el Aston Martin se focaliza más en la elegancia y el lujo. Los dos, eso sí, aportan aceleraciones de otra dimensión y cuestan casi igual.
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El Ferrari F8 Spider tiene un precio base de 361.000 euros, y el Aston Martin DBS Volante Superleggera de 338.000. Pero es fácil sumar otros 100.000 euros en extras y, de hecho, la unidad de pruebas del Ferrari llegaba a 462.000 euros.
Los supercoches son modelos muy minoritarios de precio prohibitivo, pero su exclusividad es uno de sus valores clave, porque refuerza su atractivo, hace que se revaloricen con el paso del tiempo (en lugar de depreciarse como los coches normales) y permite además estrenar los últimos avances de la industria, que tienen costes solo asumibles en modelos tan caros. Y este planteamiento les convierte en auténticos iconos de imagen y tecnología.
El cierre del círculo virtuoso exige clientes que paguen la fiesta, pero la demanda está disparada, porque a los compradores clásicos, como los coleccionistas, se han unido dos filones más: los nuevos millonarios digitales, youtubers incluidos, y los de los países emergentes. El resultado es una fiebre de ventas, en especial en las versiones de tirada limitada, que llegan a costar varios millones de euros y se agotan antes de salir.
La garra de Ferrari
El F8 Spider es la versión descapotable del último deportivo biplaza de Ferrari. Se distingue por la posición central del motor, situado detrás de los asientos (como en los Fórmula 1) y refleja muy bien la receta de la marca italiana: máxima deportividad sin concesiones.
Su mecánica es una joya de orfebrería, con un motor 3.9 V8 biturbo que entrega 720 CV a 8.000 revoluciones con absoluta naturalidad, y añade un cambio automático de siete marchas y respuesta instantánea, y propulsión trasera. Los ocho cilindros le permiten ajustar el peso (unos 1.550 kilos), frente a los grandes V12 de otros Ferrari. Y así puede ofrecer prestaciones espectaculares sin sacrificar la agilidad y eficacia en curva, claves en la deportividad y el disfrute al volante: acelera de 0 a 100 km/h en solo 2,9 segundos, llega a 200 km/h en 8,2 segundos y alcanza 340 km/h. El sonido del motor y el empuje resultan apabullantes.
En realidad, el F8 Spider está pensado al 100% para cumplir su objetivo prestacional. Empezando por un tamaño relativamente compacto (4,6 metros de largo) y siguiendo por la imagen, con un trabajo aerodinámico que predomina por encima de la estética y genera apoyos de varios cientos de kilos a alta velocidad para reforzar el aplomo y la adherencia.
Pero lo mejor es que cumple la promesa de su carismático expresidente, Luca de Montezemolo, y ofrece una conducción asequible a cualquier cliente que tenga dinero para pagarlo. La clave son los programas electrónicos, que se eligen desde el volante y trabajan en tiempo real para detectar el mínimo derrapaje y ayudar al conductor a controlar la máquina. Comparan los datos reales con los valores idóneos y ajustan al instante la tracción, la suspensión, la dirección y la entrega de potencia entre las dos ruedas para ofrecer la máxima eficacia con seguridad.
El encanto de Aston Martin
El culto a la belleza aplicada a la deportividad es el ADN de Aston Martin, que se ha convertido en un icono del diseño británico. La versión Volante (descapotable) del DBS Superleggera mantiene esa elegancia legendaria, pero se viste con un traje más deportivo, desde las grandes tomas de aire frontales a la fibra de carbono, para aligerar peso y ganar eficacia dinámica, su debilidad frente a los rivales italianos.
Equipa un enorme motor 5.2 V12 turbo de 723 CV con cambio automático de ocho marchas que ofrece también un poderío sobresaliente: 3,6 segundos de 0 a 100 km/h, 6,7 hasta 160 km/h y 339 km/h. La tracción es igualmente trasera.
El resultado es un empuje frenético, que levanta la mandíbula hacia el techo al acelerar. Sin embargo, le cuesta pasar la potencia al suelo y tiende a patinar, y transmite a su conductor que su concepto es otro, más cercano al de un gran turismo que al de un deportivo radical.
Las ayudas electrónicas actúan al instante, ayudan a gobernar el conjunto y evitan sustos, pero el comportamiento no resulta tan afinado como el de su alternativa italiana. En realidad, tampoco lo pretende, porque es un coche más grande y pesado (4,71 metros de largo y unos 1.800 kilos), y lo confirma proporcionando un mayor confort de rodadura, un interior con 2+2 plazas y abundante equipamiento de a bordo, que otorgan un extra en sentido práctico y utilidad, y terminan por crear otro conjunto exquisito.
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