Entre Ferrari, Lamborghini y modelos únicos, la venta no solo ha arrojado cifras millonarias, sino también controversias sobre el destino de los fondos recaudados.
En el circuito internacional de subastas, pocas exhibiciones han atraído tanta atención mediática como el caso ‘Teodorín’. La casa Bonhams encabezó la venta de la colección incautada, reuniendo 25 vehículos de lujo que generaron una recaudación final cercana a los 28 millones de euros, muy por encima de lo que se esperaba inicialmente.
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Auténticas joyas
Los modelos más codiciados incluyeron verdaderas joyas automovilísticas: siete Ferrari (entre ellos un Enzo y un LaFerrari), tres Lamborghini, cinco Bentley, un McLaren, un Maserati y piezas tan exclusivas como un Lamborghini Veneno Roadster, que llegó a cambiar de manos por 8,5 millones de euros.
También destacaron un Koenigsegg One:1 y un Lamborghini Reventón Roadster, cada uno vendido por más de dos millones.

Proceso judicial de hace nueve años
Este despliegue de lujo tuvo su origen en un proceso judicial impulsado en Ginebra desde 2016, cuando la Fiscalía inició investigaciones por blanqueo de capitales y malversación asociadas al régimen ecuatoguineano.
Las autoridades suizas optaron por confiscar estos bienes y someterlos a subasta, con el propósito declarado de destinar lo recaudado a fines sociales y sanitarios.

No faltaron sin embargo las dudas: organizaciones no gubernamentales como Transparency International y Human Rights Watch han señalado que el acuerdo que canaliza los fondos permite que el régimen de Obiang retenga un control excesivo sobre los recursos.
También advierten que, aunque simbólica, la subasta podría no traducirse en mejoras reales para la población.

Para los aficionados al motor, esta venta fue más que una subasta de autos de lujo: se convirtió en una demostración de cómo se entrelazan poder, riqueza y legalidad.
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