Muchos recordarán la famosa serie ‘Cosas de casa’, una comedia que versaba sobre una familia media de Estados Unidos y que se emitió entre 1989 y 1997. Y, cómo no, a uno de sus protagonistas: Steve Urkel, un ‘nerd’ torpe y simpático a partes iguales que, con voz nasal, repetía una y otra vez la pregunta ‘¿He sido yo?’ cuando cometía alguna de sus incesantes torpezas.
Pues bien, este carismático personaje conducía un coche no menos peculiar: un Isetta, un biplaza minúsculo al que se accedía por la parte frontal del vehículo.
Igual que el vehículo de esta prueba, el Microlino, un clon de aquel microcoche que ahora, 70 años después, se puede adquirir con tecnología más actual y con una mecánica 100% eléctrica. Con ingeniería suiza, se construye de forma artesanal en Turín (Italia).
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Y, por cierto, está catalogado como un vehículo L7e que, en su mayoría, son cuadriciclos pesados eléctricos. De momento, solo se puede conducir con el permiso B. En el futuro, el nuevo permiso B1 permitirá conducir este tipo de coches a los mayores de 16 años.
Diseño… diferente
Al ver el Microlino por primera vez, es imposible no sonreír. Su forma redondeada, su longitud de dos metros y medio (1,47 metros de ancho y 1,50 de alto), los faros externos laterales que también albergan intermitentes y espejos retrovisores y, sobre todo, su apertura frontal, le hace diferente… muy diferente.
Empieza el ‘show’
La cabina, aunque pequeña, está bien diseñada para aprovechar al máximo el espacio disponible. Puede acoger dos ocupantes. Pero entrar y salir ya se convierte en un ejercicio también diferente.
Se nota que nadie está acostumbrado a esta forma de entrar o salir. Un gran escalón permite ponerse de pie antes de sentarse en él, y es que el techo queda algo retrasado, por la caída de esta parte frontal hacia atrás en un intento aerodinámico de que este vehículo no sea una auténtica caja con ruedas.
Tampoco salir será fácil. Unos lo harán de frente. Los más perezosos de culo. En fin, todo un espectáculo.
Una vez sentado en su banqueta, hay más espacio disponible del que puede parecer por fuera. Y aunque se mida 1,80 metros, se cabe bien. El techo ya se queda muy cerca de la cabeza, y habrá que agacharse un pelín para mirar por la ventanilla lateral y corredera, pero para las piernas no habrá problema alguno.
El problema viene de que esta banqueta se puede regular en distancia al volante… pero toda entera. Es decir, si conduce alguien de talla pequeña y lleva como copiloto a una persona grande, puede que se quede muy, muy cerca del salpicadero y del parabrisas.
Este interior está equipado con los elementos esenciales. Una pequeña pantalla digital tras el volante muestra información clave, aunque se olvida de algunas cosas que no sobrarían, como no solo el porcentaje que queda de batería, sino los kilómetros restantes de autonomía.
Eso sí, al pulsar el botón central dispuesto en la ruleta que maneja el cambio, se activa el modo sport y con él, se enciende una llamarada que sale del ‘culete’ del Microlino ‘infografiado’ en esa pantalla. Un detalle de lo más simpático porque, como luego veremos, no es que este Microlino haga un ‘caballito’ de la potencia repentina que muestra.
En el salpicadero, y a través de un pequeño y táctil tablero minimalista se pueden manejar cosas como la luz interior o la calefacción, que tiene un ruidoso motor al más puro estilo ‘secador de pelo’.
Un altavoz bluetooth sirve de sistema de sonido y habrá que conectar el móvil y escuchar lo que se ponga a través de él. En nuestro caso, duró dos días, porque al tercero, unos amigos de lo ajeno empujaron y corrieron la ventanilla para hacerse con él.
Llama la atención el maletero, bastante más grande del que cabría pensar al ver el coche por fuera. En sus 230 litros de capacidad caben de sobra dos trolleys o dos maletas grandecitas.
Mecánica 100% eléctrica
Su motor genera 12,4 kWh o, lo que es lo mismo, 17 CV. Esto le permite alcanzar los 90 km/h de velocidad máxima, la que, por otro lado tiene de límite este tipo de vehículos.
Su autonomía teórica es de 177 kilómetros, aunque esta ‘teoría’ es demasiado optimista. Y es que en ciudad, puede rondar los 150 kilómetros. Pero si no se enciende la calefacción, porque en este caso, la resistencia se comerá bastante capacidad. Y ya si se circula por una vía de circunvalación por ejemplo, a 80-90 km/h, se puede quedar en unos 100 kilómetros con mucha facilidad.
No cuenta con aire acondicionado, lo que resulta ventajoso a la hora del consumo y bastante perjudicial para ir a bordo en verano. Tendrá que bastar con abrir las pequeñas ventanillas y el techo solar corredero de tela para que circule un poco de aire en el interior.
La batería, de 10,5 kWh, permite cargarse a 2,2 kW, con lo que su carga al completo llevará unas cuatro horas, eso sí, en un enchufe doméstico.
En marcha
Una vez que se disipe el tumulto de personas que quiere ver este vehículo tan distinto, se puede iniciar la marcha. Y lo hace de una forma muy alegre a pesar de arrojar en báscula más de media tonelada de peso o, lo que es lo mismo, 530 kilos. Alcanza los primeros 50 km/h en menos de cinco segundos. Y luego todo se ralentiza.
Y algo curioso es que, si se le pisa a fondo, al pasar sobre los 60 km/h con esa actitud en el acelerador, el ruido de su motor eléctrico aumenta tanto que llega a dar miedo. A los 65-70 km/h vuelve a disminuir hasta llegar a su ya comentada máxima velocidad de 90 km/h.
Eso sí, sin dirección asistida, ni ABS, ni ADAS de ningún tipo, lo de meterse a carretera da un poquito de respeto. Y es que su estabilidad, aunque se vaya en línea recta, no es muy buena. Y si hace un poco de viento… las correcciones serán todavía más habituales.
Por eso y por la cantidad de energía que se come a alta velocidad, lo mejor es no sacarlo de la ciudad, su entorno preferido y para el que está diseñado y construido.
Porque, además, aunque la marca promete una suspensión ‘trabajada’, parece que la ha trabajado, pero se les ha olvidado ponerla. Porque este vehículo parece una tabla y cualquier mínimo resalto se traslada a un desagradable rebote en el interior. Y es que ni siquiera esto le vale para ‘aguantar el tipo’ con más dignidad en las curvas. Mejor es que se afronten con calma y a velocidades moderadas, porque las inercias que traslada no anticipan nada bueno y el vuelco se percibe muy cercano.
Comentada la falta de ABS, eso se traslada a un bloqueo inmediato de sus ruedas y a movimientos extraños de la zaga ante un buen frenazo de emergencia. Otro motivo más para no sacarlo mucho a carretera.
En definitiva, y por un precio que a todas luces parece desorbitado: unos 22.000 euros; este coche parece más razonable para un alquiler de tipo ‘car-sharing’ en ciudad que para tenerlo en propiedad. Eso sí, se puede acoger al plan MOVES III en su modalidad L7e, que ayuda a particulares con 1.800 euros sin achatarrar y con 2.000 achatarrando y si se trata de una empresa, 1.200 sin achatarrar y 1.500 achatarrando.
Este precio es alto, su dinámica no es muy buena y su equipamiento es más bien escaso. Pero hay que recordar que es un cuadriciclo, no un coche; y que con él el espectáculo está más que asegurado.
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