Según las últimas cifras publicadas por Eurostat correspondientes al primer trimestre de 2023, España redujo en un 1,86% la producción de gases de efecto invernadero, estos incluyen a gases como el NO₂, pero se miden con su equivalencia al CO₂.
Por su parte, durante los primeros tres primeros meses de 2023, el conjunto de los países de la Unión Europea (UE) emanaron en conjunto 940 millones de toneladas de fluidos contaminantes a la atmósfera.
Así, los sectores económicos responsables de la mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero fueron los hogares (24%), la industria manufacturera (20%) y el suministro de electricidad y gas (19%). Les siguen la agricultura (13%) y, cerrando la lista de los cinco sectores que más emiten, el transporte y almacenamiento (10%).
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Objetivo 2050
En mayo de 2021, la Comisión Europea anunció los objetivos para reducir la contaminación del aire, el agua y el suelo para finales de esta década, con la ambición de alcanzar para 2050 niveles que “ya no sean dañinos para la salud humana y los ecosistemas naturales”.
Uno de los puntos destacados del plan es reducir en un 75%, para 2030, el número de muertes prematuras —actualmente se sitúan en unas 300.000 al año en la UE — causadas por la contaminación del aire por partículas de 2,5 micras (PM 2,5), el principal contaminante.
La hoja de ruta se dirige hacia una economía baja en carbono, haciendo hincapié en cómo la Unión Europea (y sus ciudadanos) deben reducir sus emisiones un 80% por debajo de los niveles que se daban en 1990. A través, sobre todo, de la disminución particular y doméstica. En este punto es donde se pone el foco en los vehículos de combustión.
La contaminación en el transporte
Como se ha señalado, el transporte se sitúa en el quinto lugar de la clasificación de los sectores que más contaminan en el territorio de la UE. Aunque hay que desmenuzar el segmento del transporte, ya que en él se ubican diferentes medios de locomoción, como los camiones, los trenes, los autobuses y, sobre todo, los coches, los barcos y los aviones.
Dentro de cada uno de estos medios, las emisiones son muy dispares. Así mismo, a diferencia de lo que sucede con el coche de combustión (transporte privado), la huella de carbono de las alternativas públicas o colectivas se monitorizan con una variable distinta a la habitual: CO₂ por pasajero.
Gracias a los diferentes estudios se puede desgranar, por cada medio de locomoción, las emisiones que generan. Así, la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) ha elaborado un gráfico para comprobar la huella de CO₂ de cada medio de transporte.
Específicamente, los gramos de CO₂ que corresponden por pasajero y kilómetro en cada uno de los medios de locomoción más usados, y que son causantes del efecto invernadero.
El coche
El transporte terrestre representa la mayor proporción anual (90%) del ratio pasajeros-kilómetros recorridos. Dentro de esta movilidad terrestre, se deben separar por los distintos medios de locomoción. Así, las cifras demuestran que son las furgonetas las que salen peor paradas:
- Furgonetas: 158 gramos de CO₂ por pasajero y kilómetro
- Turismos: 104 gramos de CO₂ por pasajero y kilómetro
- Motocicletas: 72 gramos de CO₂ por pasajero y kilómetro
- Autobuses: 68 gramos de CO₂ por pasajero y kilómetro
Estas cifras son una media, ya que, por ejemplo, en el caso de los turismos se deben separar los datos de las distintas mecánicas. Así, un coche potente o pesado emite más de 250 gramos de CO₂/km. Los compactos, entre 110 y 180 g de CO₂/km; los más pequeños pueden alcanzar los 90 g de CO₂/km. La tecnología híbrida disminuye alrededor del 25% estas cifras de emisiones.
El avión
Dentro del transporte aéreo también se debe de distinguir entre las líneas comerciales y los jets privados. Estos últimos contaminan más al llevar un número menor de pasajeros. Los vuelos, al igual que el resto de motores que queman combustibles fósiles, producen gases de efecto invernadero, principalmente dióxido de carbono (CO₂).
La Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), organismo que utiliza la ONU como referencia para medir las emisiones de la aviación civil, expone que un vuelo en clase económica entre Londres y Nueva York emite aproximadamente 0,67 toneladas de CO₂ por pasajero.
En vuelos de larga distancia, las emisiones de carbono por pasajero y kilómetro recorridos son aproximadamente tres veces más altas para la clase ejecutiva y cuatro veces más altas para la primera clase, de acuerdo con el Departamento de Estrategia Comercial, Energética e Industrial (BEIS). Los vuelos más largos alcanzan mayor altitud, por lo que contaminan más que los cortos.
El barco
Hace un par de meses, la organización Transport & Environment alertaba acerca de la contaminación que producen los cruceros turísticos que recorren Europa cada año. El estudio del año 2022 expone que, tras el levantamiento de las restricciones sobre los viajes, después de la pandemia, los cruceros aumentaron en un 25% respecto al año precedente. Así, un crucero emite una media de 287 gramos de CO₂ por pasajero/kilómetro.
Este aumento de las cifras se hizo sentir, sobre todo, en las emisiones de SOx (óxidos de azufre) que se incrementaron un 9%. Un aumento del 18% en NOx (óxidos de nitrógeno) y una subida del 25% en las partículas PM2.5. Además, según la organización, las 218 naves que pasaron por los puertos europeos en 2022, emitieron tanto azufre tóxico como 1.000 millones de coches.
Esto implica que los puertos que más cruceros reciben más contaminado tienen su aire. Por ejemplo, el muelle de Barcelona se sitúa en la primera posición de la lista de los más contaminados. Los 106 cruceros que atracaron el año pasado dejaron en el aire cerca de tres veces más óxidos de azufre que todos los automóviles de la ciudad condal.
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