No se puede decir que sea una subida de impuestos propiamente dicha, porque los porcentajes del tributo de matriculación ligado a las emisiones de CO2 siguen igual: 0% hasta 120 g/km; 4,75% de 121 a 159 g/km; 9,75% de 160 a 199 g/km y 14,75% por encima de 200 g/km. La diferencia está en que hasta ahora se calculaban según el ciclo de homologación NEDC y a partir del 1 de enero, y tras varias moratorias, se hará con el WLTP, mucho más exigente y acorde con la conducción real.
El nuevo protocolo eleva las emisiones y consumos oficiales en torno a un 20% sobre el anterior y hace que muchos modelos salten de tramo y paguen más. Así, gran parte de los coches pequeños más asequibles, tipo Seat Ibiza o Renault Clio, pasarán de no pagar a abonar un 4,75%, casi 1.000 euros más en muchos casos.
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En un SUV de tamaño medio y 35.000 euros de precio, el salto podrá superar los 1.700 euros. Y el descalabro será mayor en los modelos de las marcas exclusivas, porque un SUV grande de 70.000 euros se encarecerá en 3.500 euros con el WLTP. El porcentaje de modelos afectados varía mucho entre las marcas, y mientras a algunas de las populares apenas les saltará un 30% de sus gamas, en otras como Audi o BMW puede llegar al 70%.
La postura de la mayoría de las marcas es no hacerse cargo de esa subida: “Bastante ajustados vamos ya como para asumir más costes”, indicaba un ejecutivo que prefiere quedar en el anonimato. Pero el resultado es que un buen número de modelos pagará en torno al 5% más en cuanto acabe el año y esta vez no se podrá anticipar la compra para evitarlo, sencillamente porque apenas hay coches disponibles.
Así que el aumento del precio final no va a ayudar a estimular una demanda ya adormilada e incluso en estado de shock ante el ruido mediático de los últimos tiempos, primero con la demonización del diésel y ahora con los anuncios de fechas de caducidad anticipadas para todos los modelos con mecánica térmica, sean de gasóleo o de gasolina, como los que proponen su prohibición para 2035. En resumen, más leña para atizar la caldera mediática de la incertidumbre, el desincentivador de ventas más eficaz.
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