Ferruccio Lamborghini, el hombre que nació bajo el influjo del toro

El italiano nació hace 105 años, creó una marca mundialmente famosa con voluntad y pasión y protagonizó una historia extraordinaria.

Ferruccio Lamborghini
Ferruccio Lamborghini y uno de sus deportivos más icónicos, el Miura, en su viñedo de Perugia (Italia) en 1991.

Ferruccio Lamborghini era un hombre hábil, impetuoso y emprendedor que cimentó su carrera en los vehículos agrícolas. Nacido el 28 de abril de 1916, tras la Segunda Guerra Mundial fundó en Cento, su localidad natal, una fábrica dedicada a producir tractores, indispensables para levantar un país que había quedado arrasado por el conflicto.

La empresa FLC (Ferruccio Lamborghini Cento) comenzó aprovechando los innumerables vehículos militares que quedaron abandonados en los desguaces para montar sus primeros modelos, y en 1951 lanzó el L 33, el primero de fabricación propia.

La mecánica no tenía secretos para un apasionado de su talla, y que además había servido durante la guerra como mecánico de aviación hasta que cayó prisionero y fue internado en la isla de Rodas.

Ya en los años sesenta era un hombre de éxito y con las ideas claras, cada vez más fascinado por los automóviles deportivos. En la región de su Emilia-Romaña natal se había producido un milagro industrial al que no era ajeno. Pocos años y dos generaciones bastaron para que una zona eminentemente agrícola se convirtiera en uno de los focos más importantes del mundo en cuanto a diseño, desarrollo y tecnología de la automoción: Ferrari, Maserati, Ducati… ya eran marcas de enorme prestigio que deslumbraban al mundo con sus nuevos y potentísimos modelos, tanto en los circuitos como en la calle.

No es de extrañar que Ferruccio, en ese ambiente, con 45 años, millonario y con su empresa en pleno apogeo, condujera asiduamente modelos de las marcas más prestigiosas: Jaguar, Ferrari, Aston Martin o Maserati. Le gustaba la velocidad e incluso había llegado a competir años antes como piloto en la mítica carrera Mille Miglia. Pero esos deslumbrantes coches, los mejores de su época y que hubieran colmado los caprichos de cualquier millonario, no terminaban de satisfacer su exigente y perfeccionista personalidad.

Los frenos, el ruido, las suspensiones… Ferruccio siempre encontraba algo que frustraba sus expectativas de encontrar el coche perfecto. Hasta que, en una osada conversación, así se lo hizo saber a nada menos que a su ilustre vecino de Maranello, el orgulloso Enzo Ferrari. Toda una ofensa personal a la que el Commendatore respondió de mala manera, mandando a Lamborghini “a fabricar tractores”.

Del tractor a la Fórmula 1

Tras el choque dialéctico entre egos de tal calibre, el tenaz Ferruccio se propuso demostrar que podía fabricar un deportivo con motor V12 superior al de su, desde entonces, rival. Y no solo eso, destinó una impresionante inversión a crear en Santa Ágata, cerca de Módena, una de las fábricas de automóviles más modernas de Europa.

Para conseguir sus propósitos formó con mucho ojo un equipo de jovencísimos ingenieros, compuesto por Bizzarrini, creador del Ferrari 250 GTO; Dallara, que ya había había empezado a demostrar su valía en Maserati, y el por entonces prometedor Stanzani, fichado nada más salir de la universidad de Bolonia.

Lamborghini 350 GT.

El propio Lamborghini se sumó a ellos y no dudaba en implicarse personalmente en el desarrollo del proyecto, que se consumó en el flamante Lamborghini 350 GT de 1964. Pero, aunque en muchos apartados superaba en las pruebas a sus rivales, no tuvo la repercusión comercial esperada. Es difícil que una nueva marca, por buena que sea, logre la aceptación del público sin más, y Lamborghini comprendió que tenía que hacer algo extraordinario para ingresar en el club de los fabricantes más prestigiosos.

Los toros

Además de los automóviles, otra de las pasiones de Ferruccio Lamborghini eran los toros, que admiraba y cuya influencia marcó sus creaciones durante el resto de su vida. Nacido en abril bajo el signo de Tauro, trasladó el influjo de la tauromaquia a sus coches.

Y el gran golpe de efecto llegó en 1966 con el impresionante Miura, que consolidó la marca al más alto nivel e inició una de las sagas más famosas de deportivos. Al Miura lo sucedieron espectaculares y aerodinámicos modelos, la mayoría de nombre hispano, que marcaron a fuego la leyenda hasta nuestros días: Islero, Jarama, Espada, Urraco, Countach, Diablo, Murciélago, Gallardo, Reventón, Aventador, Huracán…

Lamborghini Huracán.

Ferruccio Lamborghini falleció en 1993, pero no sin antes ver que su querida marca alcanzaba lo más alto del Olimpo automovilístico, llegando incluso a competir en Fórmula 1 durante la temporada 1991 y suministrando sus motores a otras escuderías. Tras la muerte de su fundador, Lamborghini fue comprada en 1998 por Volkswagen y la firma, cuyo emblema es un toro embistiendo, sigue siendo uno de los activos más importantes entre los automóviles deportivos de prestigio.

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