James Liberona-Feek sufrió una colisión frontal en 2014. Se rompió ambas piernas y un brazo y sufrió daños en varios órganos principales. Gracias a su cinturón de seguridad, pudo volver a caminar después de ocho meses de rehabilitación.
Will Giles fue embestido por detrás por otro vehículo en una intersección. El traumatismo craneoencefálico que sufrió fue tan grave que tuvo que aprender de nuevo a caminar y a hablar. El cinturón de seguridad le salvó la vida.
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La Agencia de Transporte de Nueva Zelanda (NZTA) cuenta sus historias y la de otros ocho supervivientes de accidentes de tráfico en una impactante campaña sobre la importancia de un sistema de protección que no todos utilizan. A modo de metáfora, las imágenes muestran las marcas que dejaron en sus cuerpos los efectos de los choques, incluidas las señales del cinturón. Heridas que representan, en realidad, la diferencia entre la vida y la muerte.
La iniciativa Belt Up Live On (‘Ponte el cinturón en vivo’) pretende reducir el número de fallecidos en la carretera. Cada año, 90 personas mueren por no llevar puesto el cinturón. La mayoría son jóvenes de las zonas rurales como los que aparecen en la campaña informativa llenos de cicatrices, moratones y contusiones diversas.
Los retratos reflejan a 10 supervivientes en la vida real cuyas lesiones fueron recreadas por la empresa de maquillaje PROFX con la colaboración de la doctora de urgencias Natasha McKay. “Un cinturón de seguridad realmente deja una marca como esta. Te salvará la vida, pero te dejará una señal para mostrar cómo lo ha hecho», explica. La campaña también ofrece vídeos con los testimonios de los supervivientes, que recuerdan el accidente sufrido y se congratulan de haberse abrochado el cinturón.
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