Leído sin filtros, el dato abruma: unos ocho millones de conductores en España se ponen al volante y no ven bien. Por ejemplo, uno de cada tres automovilistas (el 29,5%) sufre ametropía, es decir, miopía o hipermetropía, es decir, que ve borroso o desenfocado. Conductores que no aprecian con nitidez las señales, que calculan con dificultad la distancia de seguridad. Otros muchos, aun peor, se conforman con un campo visual reducido: imposible que detecten los ángulos muertos en un cambio de carril. También hay quienes lo pasan muy mal (y no son pocos) cuando la iluminación ambiental empeora. Y casi la mitad de los automovilistas tarda más de 20 segundos en recuperarse de un deslumbramiento.
Estas conclusiones sobre la salud visual de los conductores españoles se extraen de un estudio coordinado por Essilor, la Fundación Española para la Seguridad Vial (Fesvial) y el Instituto de Tráfico y Seguridad Vial (INTRAS) de la Universitat de València. Con la ayuda de Cepsa, que cedió espacios en sus estaciones de servicio, los responsables de esta investigación realizaron pruebas de visión específicas a más de 3.000 conductores. Los resultados apabullan por preocupantes.
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Los especialistas examinaron capacidades fundamentales al volante, tales como la agudeza visual binocular de lejos, la sensibilidad al contraste, la capacidad de recuperación ante un deslumbramiento, la percepción cromática y el campo visual, entre otras variables. «Que todos los conductores sean conscientes de la importancia de una buena visión al volante para la seguridad de todos. Quiero hacer un llamamiento a los conductores por responsabilidad hacia ellos mismos y a los que les rodean para que por favor revisen su visión», solicita el vicepresidente de Essilor España, Pedro Cascales.
Se trata, según sus responsables, del estudio de mayor dimensión con pruebas de diagnóstico realizado a conductores en carretera del que se tenga constancia.
Agudeza visual
El 38% de los conductores presenta dificultades de visión en situaciones de baja iluminación. Esto afecta a su capacidad de adaptación y reacción en situaciones como el amanecer o el atardecer, además de complicar la conducción en condiciones climatológicas adversas. Resulta obvio que la conducción nocturna con mala visión presenta riesgos innegables, y lo corrobora otro dato calculado por los expertos: la agudeza visual se reduce en un 70% y la captación de la profundidad puede llegar a ser siete veces menor.
«Los accidentes de tráfico nocturnos son los que registran una letalidad más elevada y el 27,5% de los siniestros en carretera se producen en condiciones de iluminación insuficiente», destaca el presidente de Fesvial, Luis Montoro. Por la noche hay menos coches, pero los peligros son proporcionalmente superiores.
Deslumbramiento
Otro de los problemas detectados sucede igualmente por la falta de luz, pero también por el exceso de luz. Conductores deslumbrados por los faros de otros vehículo y (con menos frecuencia) por el sol a la salida de los túneles. Y en estos casos la capacidad de recuperación resulta clave: en las pruebas se comprobó que el 44,2% de los conductores tarda 20 segundos o más en recuperar totalmente la visión central tras un deslumbramiento. A 120 km/h, en ese tiempo un automovilista recorre 666 metros parpadeando, frotándose los ojos, reponiéndose de sombras y chiribitas.
Campimetría
También parece muy significativo el estudio de la campimetría, esto es, la extensión del campo visual del ojo desde los 45° a los 100°. El 23,5% de los conductores presenta deficiencias en este sentido, lo que supone dificultades para gestionar situaciones de tráfico como intersecciones, cambios de carril o adelantamientos. O rotondas.
Los problemas en campimetría, según los expertos relacionados con este estudio, tienen relación con los atropellos a peatones (por su irrupción lateral inesperada), pero también influyen en la detección del ángulo muerto y hacen que el campo visual disminuya mucho más de lo habitual con el aumento de la velocidad. «Por el efecto túnel, a 65 km/h el campo visual es de 70°; a 100 km/h es de 42°; a 130 km/h se reduce a 30°. El riesgo de siniestralidad se multiplica si el conductor ya cuenta con dificultades de por sí», asegura Luis Montoro.
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Periodista especializado en seguridad vial. Editor y redactor de El Motor desde 2016. Empezó a escribir de fútbol en 1998 en Diario 16 y ha trabajado en varios proyectos de Prisa Media desde 2000. Licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra, es autor de ‘Aquí no se rinde ni Dios’ (2020).