La historia de Fisker dista mucho de ser idónea. Tras desaparecer hace tiempo, volvió a resurgir hace unos años con un nuevo proyecto eléctrico. Sin embargo, todo lo que podía salir mal, salió peor: la marca intento vender sus coches a precio de saldo para recuperar capital, abandonó a su suerte a sus pocos compradores… y ahora ha salido de su sede con tantas prisas que ha dejado de todo en ella y ni siquiera los abogados saben quien es el dueño legal de todo lo que han abandonado.
La compañía tenía su sede en La Palma, California, pero tras su declaración en bancarrota, los dueños del terreno en el que se encontraban les pidieron que dejaran libre el lugar. Y lo han hecho, pero no de la manera correcta, pues han dejado tal desaguisado que sus antiguos caseros han denunciado a Fisker por como han dejado las cosas.
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Según recoge TechCrunch, Shamrock Properties II ha presentado una demanda por el estado actual de la propiedad, según la que la compañía de coches eléctricos “ahora enfrenta decenas de miles de dólares en costes de limpieza, reparación de daños y lo que parece una eliminación de desechos peligrosos”.
Lo más llamativo de lo que han dejado atrás son los modelos de arcilla a tamaño real. Se trata de dos unidades, una para el Ronin, que iba a ser un deportivo; y otra que es el Alaska, el hipotético pick-up del fabricante.
Este tipo de ejemplares se utilizan para da la forma final al diseño del producto, con los artesanos trabajando sobre el material para conseguir un molde que permita ver cómo será el automóvil. En estos dos casos se puede ver incluso como ni la arcilla está bien rematada y el proceso está por finalizar.
Desechos peligrosos
Sin embargo, todas las instalaciones están repletas de objetos y desechos que no deberían estar ahí. Así, hay mucho material de oficia, estanterías, mesas y sillas; pero también piezas y partes de coches.
Tratándose de modelos de cero emisiones, eso incluye baterías, que son caras, pero también suponen un problema en términos de reciclaje, en el caso de que estén gastadas. Y no es lo único peligroso al respecto, puesto que también hay una buena cantidad de bidones de gran volumen en los que hay compuestos químicos que ni siquiera se sabe qué son.
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Apasionado del motor desde pequeño, primero de las motos y después de los coches, con especial predilección por los modelos nipones. Lleva una década dedicándose al sector, formado primero en Autobild y desde entonces en el Grupo Prisa, probando todo lo que haga ruido... o no.