¿Chollo o calvario? Por qué comprar estos coches baratos en España puede ser tu peor pesadilla

La escalada de precios en el mercado automovilístico europeo ha sido vertiginosa. Desde el año 2010, el coste de los coches nuevos en Europa ha experimentado un incremento cercano al 77%, una subida que ha reconfigurado drásticamente las decisiones de compra de los consumidores. En España, esta realidad se ha traducido en una ralentización significativa en la adquisición de vehículos nuevos a lo largo de la última década.

Como resultado directo, el mercado de segunda mano ha ganado una cuota de protagonismo inaudita, registrando anualmente un volumen de operaciones superior al de las matriculaciones de coches a estrenar. Esta tendencia ha tenido un efecto inmediato en la antigüedad del parque automovilístico nacional, cuya media se ha disparado hasta situarse en los 14,5 años. Ante este panorama económico, una gran parte de la población se ve obligada a recurrir a la compra de coches viejos y, consecuentemente, más asequibles.

El error de comprar barato

Comprar un coche de segunda mano a un precio tentador, por 1.000 euros o menos, puede parecer una solución ideal para una movilidad económica en el mercado español. Sin embargo, bajo esa apariencia de ganga se esconde una serie de riesgos y costes ocultos que, a medio plazo, pueden convertir el ahorro inicial en un auténtico quebradero de cabeza. La fiabilidad, la seguridad y las restricciones de circulación se erigen en los principales escollos para quien se aventura en este segmento del mercado automovilístico.

Uno de los problemas más inmediatos de estos vehículos es su antigüedad. Por ese precio, se adquieren modelos con muchísimos años a sus espaldas, lo que se traduce directamente en una carencia notable de los sistemas de seguridad más actuales. Los coches de dos décadas o más suelen carecer de tecnologías activas fundamentales como el Control Electrónico de Estabilidad (ESP) y el Control de Tracción (TCS), y sus sistemas pasivos (airbags o estructuras de deformación) no ofrecen la misma protección que los vehículos modernos en caso de colisión. La seguridad del conductor y sus acompañantes se ve seriamente comprometida al volante de coches de más de 20 años.

Propensos a sufrir averías graves

Otro factor crucial a considerar es el estado mecánico de estos automóviles. El bajo precio a menudo es sinónimo de un kilometraje astronómico en el odómetro y un historial de mantenimiento irregular o deficiente. Son vehículos intrínsecamente más propensos a sufrir averías graves, lo que implica que el propietario podría pasar más tiempo y dinero en el taller que disfrutando del coche en la carretera. Un motor que falla, una caja de cambios que se rompe o un problema de inyección costoso pueden superar rápidamente el valor de compra del coche, transformando el supuesto “chollo” en una pesadilla financiera.

Finalmente, la normativa medioambiental es el clavo en el ataúd de estos coches ultrabaratos en España. La mayoría de estos vehículos, debido a su antigüedad y a las obsoletas normativas de emisiones bajo las que fueron homologados, carecen de la etiqueta medioambiental de la DGT (B, C, ECO o CERO). Esta ausencia o incluso la tenencia de la etiqueta B, es crítica, puesto que les prohíbe el acceso a las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) que deben implementar las ciudades con más de 50.000 habitantes. De esta manera, un vehículo que parecía una solución de movilidad termina convirtiéndose en un mueble inútil para la vida urbana moderna. Meditar la compra y sopesar los costes a largo plazo es fundamental para evitar sorpresas desagradables.