Los viajes en coche en invierno resultan normalmente más incómodos y a menudo peligrosos que en cualquier otra época del año. A los ocupantes les cuesta un rato entrar en calor, el parabrisas suele empañarse con facilidad y, por lo general, las condiciones meteorológicas hacen que circular entrañe más dificultades de las habituales, que es lo realmente preocupante. Para evitar sustos, conviene estar preparado de antemano.
Previsión
Antes de ponerse en marcha hay dos elementos clave que todo conductor debe controlar: el tiempo y el tráfico. Internet y numerosas aplicaciones móviles informan en tiempo real tanto de las previsiones meteorológicas como del estado de las carreteras. Conocer esta información servirá para elegir mejor la hora de salida y la ruta adecuada y para saber con qué puede uno encontrarse.
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Kit de ‘supervivencia’
Al ponerse al volante siempre hay que estar preparado para cualquier circunstancia, y más aún en invierno. Merece la pena incluir un botiquín básico por si ocurre algo durante el viaje, además de otros artículos como comida, bebida, una linterna y, especialmente, ropa de abrigo. Conviene salir con el depósito lleno y no hay que olvidar el triángulo y el chaleco obligatorios.
Neumáticos
Importantísimas siempre, unas gomas en buen estado resultan imprescindibles en invierno. A 80 km/h y sobre el piso mojado, un neumático desgastado necesita 18,6 metros más para detenerse, aparte de que el riesgo de aquaplaning aumenta considerablemente. La profundidad del dibujo debe ser siempre suficiente y la presión, la adecuada. Y no está de más plantearse los neumáticos de invierno, válidos para circular sobre nieve incluso cuando son obligatorias las cadenas.
Cadenas
No todos los conductores necesitan montar ruedas específicas para la nieve porque solo circularán sobre ella de manera circunstancial. Por eso deben tener a mano unas cadenas para momentos concretos, ya sean las tradicionales metálicas (más baratas pero más complicadas de colocar) o las de tela, de manejo mucho más sencillo. No son tan de fiar los espráis.
Batería
En invierno la batería trabaja más de lo habitual, ya que debe alimentar sistemas como las luces, los limpiaparabrisas o la luneta térmica trasera. El frío, además, le sienta especialmente mal y puede casi vaciarse en caso de temperaturas extremas. Por eso conviene comprobar su capacidad de carga, sobre todo si tiene ya cerca de cinco años. La sustitución, según Autingo, plataforma de reserva de cita en talleres, cuesta una media de 230 euros.
Limpiaparabrisas
Las escobillas deben cambiarse una vez al año, ya que pierden capacidad de evacuar el agua y pueden, si están en muy mal estado, empeorar las condiciones de visibilidad antes que mejorarlas. El líquido limpiaparabrisas debe estar siempre lleno.
Anticongelante
Otro de los aspectos que se deben revisar es el líquido refrigerante. Hasta ciertas temperaturas es anticongelante, pero con el tiempo va perdiendo propiedades y por unos 70 euros su cambio ahorrará disgustos al conductor.
Luces
Según recuerda la revista Tráfico y Seguridad Vial, de la DGT, un estudio del RACE y Alain Afflelou señala que el 32% de los conductores sufre problemas de visión al circular de noche, y todavía más con meteorología adversa. Para minimizarlos en la medida de lo posible, los faros deben estar en perfecto estado (para que alumbren bien) y a la altura correcta (para que no deslumbren).
Frenos
La seguridad depende en buena medida de ellos, y más en invierno, ya que las condiciones de la carretera pueden hacer que la frenada se alargue. Por ello hay que revisar el estado de todos los elementos que entran en juego, es decir, los discos, las pastillas, el repartidor de frenada… Una revisión a tiempo puede evitar disgustos. De hecho, casi todo lo dicho anteriormente se resume en el siguiente punto.
Puesta a punto
Para cualquier viaje, y más si en el camino y en el destino va a haber nieve, una revisión prepara el coche para enfrentarse a las bajas temperaturas y garantiza la seguridad a los ocupantes. Desde Autingo resaltan la importancia de un mantenimiento completo del vehículo –que suele tener un coste de unos 119 euros– para que no falle en ningún momento.
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