Las baterías tienen una vida media de entre cuatro y seis años, dependiendo de diversos factores como sus propias características, las condiciones climáticas o la frecuencia de uso del vehículo.
Como se descargan lentamente, aunque no se utilice el coche, para mantenerlas en buen estado, con carga suficiente para arrancar cuando se necesite y alargar su longevidad, es indispensable rodar con cierta frecuencia unos 30 o 40 kilómetros (una vez al mes, por ejemplo). Y no vale arrancar el motor y mantenerlo funcionando parado al ralentí, pues así no llegará a cargarse bien la batería.
Y si aun así se detectan fallos, como pérdida de fuerza al arrancar, es mejor verificar su estado en el taller o con un multímetro o voltímetro y, si éste marca por debajo de 10,6 V, es muy probable que haya que cambiarla antes de la llegada del invierno para no quedarse tirados cuando menos se espera. Los pequeños fallos con tiempo cálido se convertirán en serias averías cuando baje el termómetro.
Cuidados periódicos
Es conveniente vigilar la batería igual que se hace con otros elementos del coche, como el aceite o el líquido refrigerante. Lo ideal es hacerlo cada seis meses y será aconsejable también antes de la llegada del invierno, que es cuando más sufre y aumentan las posibilidades de que falle.
Una sencilla inspección visual, siempre con el motor apagado, puede ya dar pistas de un fallo. Posibles fisuras en la carcasa, pérdidas de ácido o deformaciones son síntomas que aconsejan una inmediata visita al mecánico.
Después es conveniente comprobar los cables de conexión para verificar que las vibraciones del motor no los hayan desplazado o, debido al roce con otras piezas, se hayan deteriorado y se pueda producir algún cortocircuito u otras averías eléctricas.
También hay que vigilar las conexiones de los cables y los bornes de la propia batería. Deberán estar bien fijados, secos y sin rastros de corrosión, ya que su aparición delata envejecimiento de la batería, una sobrecarga o una fuga de electrolito (el ácido que contiene).
Las baterías sin mantenimiento van selladas y no necesitan vigilar el nivel de electrolito, pero en las tradicionales hay que verificarlo y, si hace falta, rellenar cada vaso o celda quitando los tapones superiores. La cantidad necesaria se repone con agua destilada y habrá que tener cuidado de no exceder el límite marcado para evitar fugas y daños mayores.
Proteger la batería del frío
Como ya se ha dicho, el frío es el principal enemigo de las baterías y por lo general en cuanto la temperatura baja de 0º pierden más de un tercio de su carga.
Lo ideal durante el invierno es resguardar el coche en un garaje. Pero no siempre es posible y tendrá que permanecer largas horas en el exterior a merced de las inclemencias, aunque se puede proteger la batería para que sufra menos.
Una manta vieja o una funda extendida sobre el capó ayudará a mantener la temperatura del motor durante la noche, aislando la batería del frío exterior. Y otro truco que da resultado es colocar un cartón delante de la parrilla, evitará que se introduzca el viento helado en el vano del motor y perjudique a la batería.
A plena carga
En todo caso, la mejor garantía para que la batería resista las bajas temperaturas es que su estado de carga sea óptimo, con una tensión superior a los 12,4 V y verificables con un sencillo multímetro.
Y a la hora de poner en marcha el coche, no abusar del motor de arranque: es mejor hacer varios intentos más cortos que uno largo que agote la batería. Encender brevemente los faros contribuye a calentar la batería y que funcione mejor para arrancar el motor. Y mantener el embrague pisado también ayudará al arranque al ofrecer la mecánica menos resistencia en el proceso.
Asimismo, cuando se arranca con tiempo muy frío es conveniente evitar gastar la electricidad de la batería con otros accesorios eléctricos del coche como la climatización, los asientos calefactables, la radio… Mejor será esperar a que el motor esté caliente para conectarlos, y así no exigiremos una sobrecarga de trabajo a la batería cuando se encuentre debilitada por la baja temperatura de la noche.
Tres accesorios para no llamar a la grúa
Ante un posible fallo de la batería se pueden tomar ciertas precauciones que evitará que el vehículo quede inmovilizado y requiera de asistencia.
Si se cuenta con un garaje con toma eléctrica se puede recurrir a un cargador de batería para mantener siempre un buen nivel de carga que conservará la batería en plena forma. Son de precio asequible y los hay inteligentes, que dosifican el proceso de carga de la mejor manera para alargar la vida útil de la batería.
Otro accesorio barato y que puede salvar de un mal trago cuando el coche no arranque son unos cables de conexión o pinzas que, con ayuda de otro coche y conectando ambas baterías para trasvasar su energía, posibilitarán poner el vehículo en marcha.
Y mejor todavía es llevar en el maletero un arrancador de baterías o booster, dispositivo portátil que, aunque más caro que las pinzas tradicionales, garantiza que ponerse en marcha en cualquier situación cuando la batería desfallezca.
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