Un buen conductor se identifica, entre otras cosas, por la forma en la que toma las curvas. Circular en recta carece, obviamente, de demasiados secretos más allá de hacerlo con sentido común y respeto a las normas. Cuando toca girar el volante, la cosa es distinta… e incluso antes de hacerlo. El motivo fundamental radica en las inercias que provocan las transferencias de peso, de atrás hacia adelante en las frenadas previas y lateralmente en las propias trazadas.
Por todo ello, negociar las curvas supone un desafío para algunos conductores. La experiencia suele ser la mejor aliada para superar el compromiso con éxito, aunque conocer y aplicar algunos sencillos trucos nos ayudará a girar con mayor eficacia y, sobre todo, seguridad. El siguiente es un decálogo que se debería tener en cuenta para mejorar la conducción en carreteras reviradas.
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1. Analizar el trazado: Para decidir de qué modo hay que afrontar una curva, primero debemos conocer cómo es. Suena a perogrullada, pero en ocasiones nos olvidamos de mirar lo más lejos posible, para analizar el trazado de la carretera, descubrir el tipo de viraje que llega y adaptarnos a él.
2. Atención a la señalización: A menudo caemos en el error de no prestar la atención necesaria a la señalización, que puede aportar información útil sobre lo que nos encontraremos en la curva. Además de su dirección (derecha, izquierda o doble), la velocidad máxima obligatoria o aconsejada es una referencia que se debe tener en cuenta para conocer el trazado que nos espera; además, los paneles direccionales no solo marcan el sentido de la curva, su cantidad es también una referencia sobre la velocidad que debemos adoptar: un solo panel indica que se debe reducir entre 15 y 30 km/ respecto a la genérica de la vía; dos suponen decelerar entre 30 y 45 km/h, mientras que tres nos obligará a circular más de 45 km/h por debajo.
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3. Adaptar la velocidad: Una vez que sabemos el tipo de curva que hay que negociar llega el momento de adaptar la velocidad a sus exigencias. Por lo general las lentas suelen ser más complicadas de gestionar que las rápidas, aunque estas resultan más peligrosas si se llega algún error. Y hay que trazar la curva al ritmo justo desde el primer momento, lo que quiere decir que la frenada debe producirse antes de empezar a girar el volante: mientras que las ruedas estén rectas la estabilidad del vehículo es mayor. Cualquier actuación posterior sobre los frenos puede traducirse en problemas en plena maniobra.
4. En la marcha justa: Al hilo de lo anterior, es igualmente obligatorio adaptar la relación de la caja de cambios a la velocidad con la que afrontemos la curva. En una transmisión automática, con la frenada será el propio sistema el que reduzca a la marcha adecuada aunque el conductor siempre puede intervenir sobre la palanca secuencial o las levas del volante si así lo considera; más atención exigen los cambios manuales, en los que se hace necesario elegir la relación justa (ni demasiado corta ni larga) y con un régimen de giro del motor que también ayude a controlar el coche.
5. Colocación en la trazada: otro punto clave es el aprovechamiento del espacio que concede el carril de circulación para realizar la trazada más efectiva posible. Como se señalaba al comienzo, siempre que el coche esté recto será más estable, así que minimizar el giro del volante aporta un precioso plus de seguridad. Y para conseguirlo el secreto está en dibujar la línea más amplia posible dentro del carril, por supuesto sin salirse nunca de él ni invadiendo el contrario.
6. De fuera a adentro: El tipo de curvas es variadísimo, sería exagerado afirmar que no hay dos iguales… pero casi. Por su trazado, su ángulo de giro, su caída lateral (peralte), su pendiente, el tipo de asfalto, la visibilidad que ofrecen y otros muchos aspectos volvemos a recordar que es fundamental analizar previamente lo que nos vamos a encontrar.
A partir de ese instante, la norma general suele ser circular de fuera a dentro del carril, aprovechando todo el espacio disponible. Por ejemplo, en una curva a izquierdas, al comenzar la trazada hay que ceñirse al lado derecho del carril para buscar desde ese punto el ápice izquierdo de la curva de la forma más directa posible; una vez en este vértice, la operación se repite a la inversa para dirigirse hacia el exterior buscando de nuevo el lado derecho de la calzada, dándole toda la salida posible a la trayectoria.
7. Las manos, bien colocadas: Para realizar con seguridad las maniobras necesarias es imprescindible que las manos vayan bien colocadas en el volante. Tener ambas en la parte baja o alta del volante, agarrarlo solo con una o llevarlas juntas acompañado el giro nos impedirá una reacción rápida y precisa en caso de que surja algún imprevisto o cuando simplemente haya que realizar una corrección ligera en la trayectoria.
8. Suavidad como norma: Un consejo aplicable a la conducción en general pero especialmente importante en el momento delicado de gestionar una curva: suavidad máxima. La frenada previa, el giro del volante y la aceleración posterior deben realizarse de forma progresiva, lo que ayuda a mantener el control de la situación en todo momento. Cualquier brusquedad se traduce en inestabilidad con el consiguiente riesgo que supone.
9. Curvas enlazadas: En carreteras reviradas, como por ejemplo las de montaña, la observación y la anticipación deben ser superiores, relacionadas con la mayor exigencia de la vía. En este caso se trazarán las curvas como un conjunto, relacionado la anterior con la siguiente para elegir la línea más segura y efectiva. El ritmo (frenadas, velocidad y aceleraciones) debe adaptarse a las características de esa consecución de giros, puesto que equivocarse en uno de ellos conducirá a un error irremisible en el consecutivo.
10. Ante la duda, prudencia: En una recta el control de la situación es más natural, en las curvas intervienen numerosos factores que pueden alterar la normalidad. Especialmente si la visibilidad es reducida por el ángulo del giro hay que ceñirse a la norma de prudencia ante todo; en caso de duda siempre es mejor quedarse corto en velocidad que excederse porque perder el control de un vehículo en pleno viraje suele traducirse en un accidente.
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