El hidrógeno es el elemento más abundante en la naturaleza y su aplicación en el transporte aporta importantes ventajas medioambientales. A diferencia de los combustibles fósiles, su uso para generar electricidad no emite CO2, un gas muy perjudicial en el proceso de cambio climático.
Otras ventajas del hidrógeno son que puede obtenerse con energías renovables y que, al producir en los vehículos electricidad reaccionando con aire en la pila de combustible, solo emite a la atmósfera vapor de agua.
No obstante, la industrialización del hidrógeno a gran escala podría agravar aún más el problema del calentamiento global. Es la conclusión de un trabajo realizado en EE UU por la ONG Environmental Defense Fund (EDF), que alerta de las posibles consecuencias negativas de una aplicación masiva del hidrógeno como combustible habitual para el transporte.
El estudio incide en el efecto que podría tener el hidrógeno liberado a la atmósfera de una forma constante y en cantidades regulares, una contaminación que podría ser incluso más nociva que la del CO2. Su molécula (H2) es muy pequeña y volátil, por lo que resulta difícil de manipular y almacenar sin que se produzcan fugas.
Una circunstancia que puede aumentar de forma significativa a medida que se popularicen los vehículos de pila de combustible y reposten en las hidrogeneras de forma similar a como los hacen ahora en las gasolineras los tradicionales con motor de combustión.
El riesgo es mayor de lo que se cree
En el mejor de los casos, suponiendo que las fugas producidas en todo el proceso industrial sean solo de un 1%, el llamado hidrógeno azul (generado a partir del gas natural), capturando además en la atmósfera dióxido de carbono y liberando de forma residual solo un 1% en forma de metano, podría reducir los efectos del calentamiento en comparación con los combustibles fósiles tradicionales en un 70% a lo largo de 20 años.
Y el dato mejoraría utilizando hidrógeno verde, que es el producido mediante energías totalmente renovables, ya que en las mismas condiciones reduciría el impacto climático en más de un 95%.
Sin embargo, si la tasa de fuga del hidrógeno aumenta hasta el 10% (una pérdida que muchos científicos consideran plausible a lo largo de toda su cadena de valor), el hidrógeno azul (obtenido con captura de carbono y un 3% de metano residual) el impacto sobre el calentamiento durante 20 años aumentaría en un 25%.
En su caso, el hidrógeno de producción verde conseguiría reducir el efecto del calentamiento en dos tercios a lo largo de esas dos décadas, en comparación con el producido por los combustibles fósiles. En resumen, unas cifras bastante menos optimistas que las que propugnan en su promesa de alcanzar la neutralidad climática muchos defensores del hidrógeno.
Como conclusión del estudio, su autora, Ilissa Ocko apunta que el hidrógeno “en sí mismo supone un riesgo de calentamiento mayor de lo que los responsables de la toma de decisiones creen. Para que el hidrógeno limpio proporcione los beneficios climáticos esperados, las fugas tienen que ser extremadamente bajas”.
Un aviso para los diversos proyectos de varios grupos automovilísticos, como Toyota o BMW, que apuestan por generalizar en sus vehículos el uso del hidrógeno como una alternativa a los denostados combustibles fósiles.
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Cuatro décadas informando sobre el mundo del motor y probando coches de todas las categorías. Después de trabajar en diversos medios especializados (Velocidad, Auto1, Solo Auto, Motor 16, Car and Driver, EcoMotor...), ahora en Prisa Media para seguir cubriendo la actualidad en plena revolución tecnológica del automóvil.