André Citroën nació en París en 1878. Aunque francés de nacimiento, era hijo de un matrimonio de emigrantes formado por un comerciante de diamantes holandés casado con una mujer polaca.
Estudiante aventajado desde niño, André cursó sus estudios superiores en la afamada Escuela Politécnica de la capital francesa, donde adquirió conocimientos empresariales que no tardaría en poner en práctica.
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Citroën y su origen
Sus inicios como emprendedor comenzaron en un modesto taller dedicado a la fabricación de engranajes, unas piezas imprescindibles en todo tipo de maquinaria. Y fue esa actividad la que dio origen al inconfundible logotipo que siempre ha distinguido a la marca: dos engranajes (o chevrones en el lenguaje heráldico) superpuestos.
Una larga estancia en Estados Unidos le sirvió para estudiar de cerca el boom del automóvil y también los nuevos procesos de fabricación en serie, que a principios del siglo pasado ya aplicaba Henry Ford para producir el modelo T en sus revolucionarias cadenas de montaje.
De vuelta en Francia, contrató al ingeniero Jules Salomon para desarrollar un modelo análogo al Ford, pero adaptado a las necesidades y los gustos europeos. Y así nació el Type A, que vio la luz en 1919 y fue el primer coche fabricado a gran escala en el viejo continente, usando para ello unas instalaciones de armamento reconvertidas tras la Primera Guerra Mundial. Y bautizó a la empresa con su propio apellido.
Desde entonces, el despegue de la marca Citroën fue espectacular y al Type A pronto le siguieron otros modelos de gran éxito como los 5HP, B14, C4 y C6.
Pero a Citroën le surge en 1923 un duro competidor, Louis Renault, por lo que redobla sus inversiones de industrialización con la creación de una moderna factoría muy adelantada para su época. Era capaz de fabricar 1.000 coches al día y en ella Citroën empezó a producir el modelo 11 Ligero que revolucionó el automóvil por su innovadora transmisión de tracción delantera.
La Torre Eiffel iluminada por Citroën
Pero André Citroën siempre tuvo miras más amplias que las puramente industriales. Además de un notable emprendedor, también se le considera uno de los inspiradores de la publicidad moderna. Lo demostró en su tiempo con acciones espectaculares que hicieron famosa a la marca por los cinco continentes.
A partir de 1924, financió una serie de expediciones a través de Asia y África, por terrenos inhóspitos y desconocidos, utilizando sus propios vehículos autooruga especialmente diseñados para la aventura, con lo que obtiene un enorme eco mediático a nivel mundial.
En Francia también se hace ver a lo grande y decora la Torre Eiffel con 250.000 bombillas que proclaman su nombre en la noche parisina. Al tiempo, convencíó a su admirada estrella de la canción Josephine Baker para que se desplazara por la capital francesa al volante de uno de sus coches, un exclusivo Citroën Coupé Cabriolet.
El Grupo Stellantis
Sin embargo, la crisis de los años treinta golpeó duramente a la empresa y André Citroën falleció en 1935 al borde de la ruina. Para evitar la quiebra, la marca fue comprada en última instancia por el fabricante de neumáticos Pierre Michelin, que la mantuvo sin abandonar el espíritu innovador del fundador.
Durante los años posteriores, Citroën siguió marcando hitos con modelos que han pasado a la leyenda en muy distintas categorías, como el famoso utilitario 2CV o el avanzado DS, un nombre recientemente recuperado como marca independiente.
Décadas más tarde, en 1976, se produjo la fusión de Citroën con su hasta entonces rival Peugeot, para formar el Grupo PSA. A lo largo de los años se ha convertido en el núcleo que ha dado origen al actual gigante del automóvil Stellantis, nacido de la fusión de PSA (Peugeot, Citroën, DS y Opel) y FCA (Fiat, Alfa Romeo, Jeep, Abarth y Maserati).
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Así como Citroën, cada marca de vehículos cuenta con su propia historia caracterizada por hitos, curiosidades, anécdotas y más. Es por eso que en EL MOTOR, hacemos un repaso de alguna de ellas:
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