Cinco cosas que no has visto en coche si has nacido después de 1980

Los coches, las carreteras y las costumbres al volante son muy diferentes ahora respecto a hace cuatro décadas.

coches años 80
En el Seiscientos se producían milagros de habitabilidad.

¡Cómo hemos cambiado! Sí, también en la carretera, cuando circulamos, podemos ser conscientes de lo diferentes que son algunas cosas desde nuestro coche. Unos dirán que casi siempre para mejor, otros quizá no lo tengan tan claro. Lo cierto es que las nuevas generaciones de conductores no han vivido situaciones y escenas que para los más veteranos eran habituales y que hoy nos parecerían rocambolescas, paradójicas y sorprendentes. Los coches han mejorado, las carreteras también y los hábitos en los desplazamientos son bien distintos, así que si has nacido después de 1980 es muy posible que jamás hayas visto (o no lo recuerdes en tu niñez) estos cinco fenómenos del tráfico español.

Donde caben cuatro…

Llegaba el fin de semana o las vacaciones de verano y había que desplazarse hasta el lugar de descanso. Y el coche era el que era, bastante afortunadas podían considerarse las familias que disfrutaban de lo que para otras muchas suponía todo un lujo. Así que tocaba meterse en aquel pequeño utilitario, como el inolvidable Seat 600: los padres, un par de niños o tres y a menudo el abuelo y la suegra. Sin olvidar, claro está, la jaula con el canario o el perrito de la pequeña de la casa. El equipaje iba directo a una baca sobrecargada y de esta guisa, con el coche abarrotado y con exceso de peso y nada de espacio se ponía rumbo al mar o la montaña. Paciencia, muchas paradas e interminables horas para alcanzar el destino. Tan impensable como ilegal a día de hoy.

El perrito que mueve la cabeza

Mucho antes de que se pusiera de moda el inolvidable Elvis de cintura cimbreante sobre el salpicadero, el gran clásico de la automoción nacional fue el perrito de cabeza imparable. Un adorno tan popular como irritante en muchos casos, colocado generalmente sobre la bandeja del maletero y que con su cuello dislocado tenía la única función (desde luego no utilidad) de refrendar que el coche estaba en movimiento. Porque su valor ornamental era bastante discutible (pese a que hay quienes lo siguen llevando en una especie de regresión a su infancia, se venden en Internet), fuese el can de la raza que fuese.

¡Agua va!

La fiabilidad de los vehículos ha mejorado de forma imparable con el paso del tiempo y las averías en la actualidad son mucho menos frecuentes que hace cuarenta años. Hoy la electrónica es el enemigo acechante para los automovilistas (cuando el motor se para hace falta un ordenador para devolverlo a su ser), pero en los setenta y ochenta las averías mecánicas era más sencillas y, por fortuna, solucionables incluso en ruta. Estampa habitual en cualquier cuneta, por tanto, la del sudoroso conductor rellenando de agua el radiador en plena subida a Despeñaperros o el manitas que iba preparado con una correa del ventilador para sustituirla en ruta con la previsión de que, seguramente, cascaría…

coches años 80

Los reposacabezas no existían en la mayoría de los coches.

¿Qué es un reposacabezas?

La seguridad es otra de las materias que ha evolucionado de forma exponencial tanto en los vehículos como en las carreteras españolas. Si hoy no imaginamos un coche sin reposacabezas, cinturones en todas las plazas y por supuesto ABS, en los años setenta para muchos eran grandes desconocidos y en el mejor de los casos un lujo que sólo algunos se podían permitir. A finales de los sesenta comenzaron a instalarse reposacabezas en algunos modelos de alta gama, pero su generalización aún tardaría más de una década en llegar y sólo en los asientos delanteros; el primer ABS lo presentó Bosch en 1965, dos años antes de que comenzaran a instalarse los cinturones de seguridad de tres puntos, los que ahora conocemos. Y nada menos que hasta 1999 no fue obligatorio su uso en los asientos traseros.

Sin temor a los radares

Los primeros radares de velocidad se instalaron en Madrid y Barcelona a comienzos de los setenta. Fueron extendiéndose por el resto del país en las siguientes dos décadas, pero a un ritmo lento e irregular, no siendo hasta bien entrados los noventa cuando se popularizaron hasta llegar al grado de proliferación que conocemos en la actualidad (justificado, entre otras cosas, por los avances tecnológicos que abaratan su precio y mejoran sus mediciones). Pero durante mucho tiempo no era tan habitual toparse con uno de estos dispositivos y el control de la velocidad en carretera era prácticamente simbólico. Es cierto que en un determinado momento, asociado al incremento del parque automovilístico en puertas del nuevo siglo, la siniestralidad aumentó y con ella la presión sobre los conductores.

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