En el corazón rural de Zamora, donde la vida se mide por estaciones y cosechas, Ángel conserva una relación única con la marca Ebro. Hace más de cincuenta años, incorporó a su finca el primer tractor Ebro 160D, que aún hoy sigue funcionando con sorprendente fiabilidad.
A lo largo de las décadas, sumó otro modelo de la serie 8000, adaptándose a las exigencias del campo sin abandonar nunca la marca que le ha acompañado toda la vida.
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La robustez y longevidad de sus tractores han sido clave para que Ángel nunca sintiera la necesidad de cambiar. “Con mantenimiento y cariño, estos motores no fallan”, afirma mientras acaricia la chapa del 160D. Por eso, cuando su nieto le habló del regreso de Ebro, esta vez con coches, su curiosidad se despertó. El nuevo Ebro S800, un SUV de siete plazas con motor de gasolina, parecía estar en las antípodas de sus tractores, pero Ángel decidió probarlo.

Y, finalmente, a la ‘nave’ familiar
Hoy, el S800 comparte espacio con sus máquinas agrícolas en la nave familiar. Es el vehículo que usa para desplazarse por la comarca, visitar a sus nietos o acudir al médico. “Parece mentira que sea de la misma marca, pero cuando lo conduces, lo entiendes. Tiene ese espíritu de antes”, comenta.
El confort, la amplitud y la sensación de seguridad lo han conquistado, y hasta su hija, poco amiga de los coches grandes, se siente cómoda al volante.

La historia de Ángel es más que entrañable: es el reflejo de cómo una marca puede formar parte de la vida de varias generaciones. Ebro ha logrado conectar el mundo agrícola con la movilidad moderna, sin perder su esencia.
El S800 no sustituye a los tractores, los complementa. Es, como dice Ángel, “una forma de seguir siendo Ebro, pero ahora también en carretera”.
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