Hace unos meses, se llevó a cabo en Francia una encuesta para elegir el coche histórico preferido por los automovilistas de aquel país. La consulta se centraba en ocho modelos míticos que han marcado época en la historia de la industria automovilística gala.
La votación la ganó el Citroën 2CV, el inefable Dos Caballos, acaparando el 34% de los votos, imponiéndose por poco al igualmente mítico Renault 4L (31%) y seguido ya de lejos por otros iconos de las marcas francesas. En la lista, aparecen el Citroën DS (13%), el Peugeot 205 (9%), el Renault 5 (7%), el Renault Twingo (3%), el Peugeot 504 (3%) y el Renault Espace (2%).
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Y es que la historia de este coche es singular desde sus inicios. A mediados de los años treinta, Citroën encargó el proyecto TPV al responsable de desarrollos André Lefèbvre. Las iniciales de este código aludían a toute petite voiture (‘coche muy pequeño’), un vehículo que tenía como objetivo motorizar al mayor número de ciudadanos de aquella época.
Saco de patatas
En gran parte rural, la sociedad francesa requería un coche que se desenvolviera sobre cualquier terreno y bajo cualquier condición meteorológica. Por ello, el pliego de condiciones del proyecto contemplaba que el nuevo utilitario pudiera “transportar a dos campesinos con sus zuecos, 50 kilos de patatas o una barrica de vino a una velocidad máxima de 60 kilómetros por hora y con un gasto de combustible de tres litros cada 100 kilómetros”.
André Citroën gustaba reunirse en el bistró con aquellos hombres del campo y, como futuros clientes, escuchar y tomar nota de sus sugerencias. Así se incorporaron al proyecto curiosos requisitos, como una bandeja a modo de guantera donde cupiera la famosa baguette de pan francés. O unas suspensiones que permitieran transportar huevos en sus cestas sin romperse a través de los sembrados o los caminos rurales sin asfaltar.
Pero cuando todo estaba listo y el flamante 2 CV iba a ser presentado en el Salón de París de 1939, sucedió lo impensable y su producción fue suspendida. El estallido de la Segunda Guerra Mundial y la invasión de Francia por parte de las tropas alemanas dieron al traste con los planes de Citroën, y los 250 prototipos que se habían fabricado para desarrollar el revolucionario modelo fueron destruidos.
Escondidos del invasor
Sin embargo, unos pocos ejemplares se salvaron y permanecieron ocultos a las fuerzas invasoras durante la guerra. Hasta que, una vez finalizado el conflicto, Citroën pudo retomar su proyecto estrella y lo tuvo listo a tiempo para ser presentado en el posterior Salón de París de 1948.
Asequible, de aspecto simpático y de una genial sencillez, pronto conquistó al público y a la prensa especializada. A pesar de las restricciones que la guerra provocó en la industria, las reservas se multiplicaron provocando grandes listas de espera que incluso llegaron a superar los seis años.
Nacido para servir en medios rurales, el Dos Caballos trascendió del campo a las ciudades y pronto se convirtió en un símbolo de libertad y también en un vehículo para disfrutar del ocio desenfadado.
Estudiantes, artistas y hippies pronto lo adoptaron como un coche representativo de la vida bohemia, muy económico a la hora de comprarlo o mantenerlo y que sin prisa podía llegar a cualquier lugar del mundo.
Dinamismo sorprendente
Inicialmente, su motor era un minúsculo dos cilindros de 375cc refrigerado por aire y que rendía 9 CV, aunque a lo largo de su dilatada historia aumentó su cilindrada y la potencia fue incrementándose hasta alcanzar los 32 CV. El chasis se reveló proverbial y su bajo centro de gravedad, sumado a una suspensión a prueba de todo, lo dotaron de un dinamismo que sorprendió a propios y extraños, pues en las curvas era casi imposible que volcara.
Además, el coche poseía detalles prácticos que terminaron de seducir a sus incondicionales propietarios, como la capota de lona enrollable o los ligeros asientos abatibles y desmontables que permitían modular el interior y servir como mobiliario accesorio de pícnic o camping.
El éxito del pequeño utilitario francés trascendió las fronteras y muy pronto numerosos países lo reclamaron en sus mercados. Ensamblado en múltiples fábricas repartidas por varios continentes, el Dos Caballos sumó en total más de 5,1 millones de unidades producidas. Y aún hoy en día muchas de ellas siguen en activo, siendo uno de los coches clásicos más buscados y restaurados con esmero por los aficionados.
Producción española
En España, el Dos Caballos tuvo un protagonismo especial, ya que fue el primer modelo producido por la factoría Citroën Hispania de Vigo. Y se estrenó con la versión comercial con carrocería furgoneta, que incrementaba considerablemente su capacidad de carga.
Y no muy lejos de allí, en la planta portuguesa de Mangualde, la producción del Dos Caballos se prolongó nada menos que hasta 1990, cuando de la cadena salió el último ejemplar fabricado de este inimitable modelo, que además se despidió con una edición especial dedicada a los seguidores más puristas y bautizada con el sugestivo nombre de Charleston.
Tal fue el éxito del Dos Caballos que incluso eclipsó en gran medida al que iba a ser su sucesor, el Citroën Dyane, más sofisticado, grande y creado en 1967 para competir directamente con otro superventas que surgió en la categoría, el Renault 4L.
Sin embargo, y aunque aprovechaba en su fabricación muchas de sus piezas, no superó en dinamismo a su predecesor y su diseño más moderno tampoco se impuso claramente al anterior, por lo que a lo largo del tiempo no conseguiría alcanzar un éxito equiparable en las ventas.
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