Admitámoslo, nos guiamos por las apariencias. Está mal, pero de primeras es casi inevitable. Por eso, si te encontrarás en una competición de cuarto de milla y vieras que uno de los participantes es un señor de mediana edad, con bigote, gorra y camisa de rayas, pensarías que qué hace ahí. Y si te decimos que conduce un Nissan Máxima y que su rival es un Porsche 911 Turbo, seguramente pondrías tu dinero en la victoria del alemán. ¿Sería la decisión correcta?
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