Cada año, una sorprendente cantidad de vehículos en perfecto estado se desmontan discretamente por razones que poco tienen que ver con el rendimiento o la seguridad.
Estos coches funcionan, se conducen y se comportan como cualquier otro modelo en perfecto estado de marcha, pero se envían a instalaciones donde su destino está decidido. Un ejemplo de ello es este Corvette C8, ahora en piezas, después de que GM finalizara su uso interno.
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A finales de 2021, una serie de tornados azotaron Bowling Green, Kentucky, dañando la planta de producción de Corvette. En ese momento, estaba claro que Chevrolet desguazaría la mayoría de los coches afectados, aunque el método exacto seguía siendo un misterio. Eso cambió recientemente cuando el operario que realizó este trabajo, subió fotos a Facebook.
Un trabajo que pocos envidiarían
Ese hombre es Brandon Woodley, y no se limita a desmontar unas líneas de combustible ni a cortar un cable de tierra; literalmente corta estos coches por la mitad, y todo es legal.
Todo el proceso puede tomar tan solo tres minutos y usa una sierra circular con hoja de metal.
Los límites legales mantienen a estos autos en pedazos
Ante tamaña atrocidad, surge una duda: ¿no podría alguien comprar las dos mitades, soldarlas y tener un coche que funcionara? Al parecer, aunque ambas mitades se pueden vender a la misma persona, no se podrían volver a ensamblar legalmente ya que General Motors elimina los VIN, con lo que el coche ya no se puede vender.

Cabe destacar que este tipo de destrucción intencionada no es tan rara. Los fabricantes de automóviles suelen construir ‘mulas de prueba’ por diversas razones, incluso sin tener que ver con un tornado.
Necesitan vehículos para las pruebas diarias, necesitan practicar la producción con vehículos que no llegarán a manos de los clientes, y algunos se utilizan para pruebas de choque.
Esto permite a un fabricante garantizar que no haya problemas en la línea de producción, durante las pruebas en condiciones reales o en accidentes reales.

Construido para ser destruido
La clave está en que estos coches rara vez tienen número de identificación del vehículo (VIN), por lo que no son homologados para circular en carretera.
Por ello, suelen nacer con su destino final ya sellado. Un sacrificio prematuro para que las versiones de producción puedan sobrevivir.
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