Los coches diésel vivieron su época dorada hace décadas y, aunque ahora hayan pasado a un segundo plano, siguen representando una parte importante del parque automovilístico español.
Los motores diésel estaban pensados para conductores que recorrían una gran cantidad de kilómetros, mejor en carretera que en ciudad, y necesitaban controlar el gasto en combustible.
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Las particularidades de los motores que dan estas ventajas a los coches diésel también hacen importante saber cómo conducirlos, empezando por el arranque. Si bien ahora, en invierno, es aconsejable mantener el motor al ralentí unos segundos, esta recomendación es especialmente indicada en los diésel.
Lo mínimo es dejarlo al ralentí al menos 30 segundos, para que el aceite llegue a todos los componentes. Además, los coches diésel necesitan que los calentadores empiecen a funcionar y suban la temperatura de la cámara del combustible. De hecho, cuando hace frío, es conveniente encender y apagar un coche diésel unas dos o tres veces antes de arrancarlo del todo.
En cuanto a la conducción, hay que prestar atención a las marchas. Los motores diésel tienen su rango de funcionamiento óptimo entre las 2.000 y las 3.000 revoluciones, al contrario que los gasolina. Mantener el motor por debajo de las 2.000 rpm será perjudicial, ya que favorecerá que se acumule hollín en el sistema de escape o en la famosa válvula EGR. Superar las 3.000 rpm podría ejercer una presión excesiva sobre la turbina.
Una vez concluido el viaje, el conductor debe saber que es muy nocivo aparcar y apagar el coche. Lo correcto es dejarlo al ralentí durante al menos un minuto para que los componentes como la turbina y el aceite se enfríen.
Consejos para mantener un motor diésel
Además de saber cómo conducir un coche diésel, también es importante saber cómo mantenerlo. Un gesto que sale prácticamente gratis y que ayuda a cuidar de estos motores es arrancar el coche de vez en cuando si está parado. Así, hay que dejarlo al ralentí durante 30 segundos y después acelerar con suavidad, manteniéndolo entre las 2.000 y las 3.000 rpm.
Otro gesto muy económico para alargar la vida de los motores diésel es lo que comúnmente se llama quitarle la carbonilla. Estos coches tienden a acumular hollín en ciertos compomentes del sistema de escape y la válvula EGR y hay que forzarlos a expulsarlo. Para ello, simplemente hay que salir por carreteras o autovías y mantener un régimen alto de revoluciones durante un rato.
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