Algunos termómetros de España ya han superado los 37 grados durante el episodio de calor de estos días. Algo que también afectan a los vehículos y al estado de algunos de sus componentes. Los coches eléctricos suman más factores a esta ecuación, pero ¿es cierto que se llevan tan mal con las elevadas temperaturas?
La autonomía de los coches eléctricos no se lleva bien con el frío, pero tampoco con el calor: ambos extremos merman sus cifras. Hace unos años, en 2019, Renault desvelaba que el rango oficial del Renault Zoe era de 390 kilómetros: en verano podía quedarse en 250.
La compañía tecnológica FleetCarma evalúo el Nissan Leaf y el Opel Ampera: por encima de los 30 grados, la autonomía del primero se reducía un 40% y la del segundo, un 35%. La Asociación Americana del Automóvil (AAA) también puso a prueba cinco modelos (BMW i3s, Chevrolet Bolt, Nissan Leaf, Tesla Model S y Volkswagen e-Golf) y vio que su rango caía un 4% por encima de los 35 grados.
La clave se encuentra en las baterías de iones de litio y en su sensibilidad a las temperaturas extremas; no en vano, su horquilla óptima de trabajo se encuentra entre los 20 y los 25 grados. Si se calienta en exceso, la autonomía es la primera perjudicada: a partir de los 45 grados, este efecto se agudiza.
No obstante, los coches eléctricos están equipados con un sistema de refrigeración para sus baterías: puede ser por líquido o por aire. El primero es el más capaz porque ayuda a las baterías a mantener la temperatura ideal de forma constante. Minimizar esa pérdida de autonomía depende, sobre todo, de su acción.
El calor extremo también tiene efectos negativos sobre las prestaciones de los coches eléctricos. Cuando el mercurio del termómetro supera los 30 grados, las reacciones electroquímicas que se producen en la batería se aceleran. Esto hace que se descarguen antes y, además, se acorta su vida útil.
Cuidado también con la recarga
Recargar la batería es un proceso que también puede sufrir los estragos de un episodio u ola de calor. Por encima de los 50 grados, el rendimiento de los componentes de un cargador se ve mermado y, en los casos más extremos, puede producirse una avería.
Para evitar este escenario límite, siempre que sea posible, hay que poner a punto la batería aprovechando las primeras horas del día o la noche: las temperaturas son más bajas y, además, las tarifas suelen ser más baratas.
Aquellos conductores que vayan a instalar un punto en el exterior de su hogar, deben intentar protegerlo para evitar estos problemas.
¿Y el aire acondicionado?
Poner en marcha el aire acondicionado en verano es prácticamente inevitable, pero también influye en la autonomía de los coches eléctricos: sobre todo, si ese uso es intensivo y el modelo en cuestión cuenta con una bomba de calor tradicional y no con una reversible.
Hay un truco para limitar ese efecto negativo del aire acondicionado en el rango del vehículo: encenderlo mientras el vehículo se está cargando. De esta manera, la energía consumida será la de la red y no la de la batería.
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