Los motores tradicionales térmicos convierten la energía liberada por la explosión del carburante en la fuerza mecánica necesaria para mover las ruedas.
Pero uno de sus principales inconvenientes es que la mayor parte de esa energía, hasta un 60%, se disipa en forma de calor y también se pierde por el propio rozamiento de las piezas mecánicas.
A causa de esa baja eficacia energética, los motores de explosión desperdician hasta dos tercios del combustible y, para ajustar al máximo su rendimiento, es imprescindible que la mecánica funcione a una temperatura determinada. Tanto si el motor se encuentra frío como si supera la temperatura correcta, el resultado es que gasta más y, lo que es aún peor, puede llegar a estropearse irremediablemente por sobrecalentamiento.
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Temperatura de funcionamiento
Para mantener estable la temperatura correcta de funcionamiento del motor, este dispone de un circuito de refrigeración compuesto en general por un depósito, una bomba, unos conductos sellados, un radiador, un termostato, y un ventilador para cuando el flujo del aire en movimiento no sea suficiente para enfriarlo.
Una avería en cualquiera de estos órganos puede destruir el motor por completo. Pero aún existe otro elemento vital para que el sistema pueda cumplir su importante función: el líquido refrigerante.
En sus orígenes los motores se refrigeraban directamente por el contacto del aire circundante (refrigeración por aire). Pero a medida que fueron más potentes, pasaron a disponer de una refrigeración líquida más eficaz y este líquido fue al principio simplemente agua.
Agua que, en su periplo por el interior del circuito de refrigeración, tiene por misión recoger el calor del bloque motor y transportarlo hasta el radiador, donde por efecto de la ventilación lo evacúa a la atmósfera, para volver ya enfriada hacia las partes más calientes de la mecánica y repetir así el ciclo.
Anticongelante y refrigerante
Pero a medida que los motores evolucionaron y se hicieron más sofisticados, el agua pronto comenzó a presentar graves inconvenientes para cumplir como líquido refrigerante. El primero surgió con el frío, ya que al congelarse el agua se dilata y la que permanece en el interior del motor lo puede llegar a destruir cuando gana volumen al solidificarse.
Este problema puede solucionarse añadiendo al agua otro fluido con similar densidad para que circule sin dificultad por el sistema, pero que posea un punto de congelación más bajo, como los alcoholes, que permanecen en estado líquido cuando disminuye la temperatura por debajo de los cero grados.
Pero como se vio entonces, no era la única desventaja que generaba el agua corriente en el circuito de refrigeración. Si su punto de congelación son los cero grados, a los 100 grados bulle y se evapora, disminuyendo su cantidad y por tanto el propio poder de refrigeración del sistema.
Además, la composición química del agua cambia mucho según la zona geográfica de donde provenga y del grado de depuración. Generalmente, contiene minerales e impurezas que se depositan en el interior del circuito y que en ocasiones pueden llegar a obturar los conductos más finos del sistema, como los del radiador.
Solo en casos de emergencia
En cambio, los líquidos refrigerantes especiales están perfectamente preparados para evitar cualquiera de estos problemas. Según su categoría, soportan muchos grados bajo cero sin congelarse y su punto de ebullición es mucho más elevado que el del agua.
Además, a estos productos se les han añadido aditivos especiales que, aparte de potenciar su poder de evacuación del calor, son detergentes para mantener limpio el interior del circuito, duran más, no forman espumas indeseadas y evitan la corrosión del metal, que en los motores modernos puede ser de acero o de aluminio, más sensible a este tipo de deterioro.
Por todo lo anterior, no conviene utilizar agua corriente para refrigerar los motores. El ahorro nunca compensará el coste de las posibles averías y, además, al hacerlo se acortará la vida de la mecánica. Añadir agua al sistema de refrigeración solo está indicado ante una emergencia cuando no quede más remedio y no se disponga de líquido refrigerante para reestablecer el nivel indicado en el vaso de expansión.
En esos casos, siempre será mejor que el motor se refrigere con agua corriente a que falte líquido en el circuito, a riesgo de originarse una avería catastrófica. Sin embargo, después de solventar esta emergencia, será muy conveniente volver a reponer en el sistema de refrigeración la cantidad correcta de líquido refrigerante indicada por el fabricante.
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