Los orígenes de la marca de automóviles más prestigiosa se remontan a 1884, cuando el mecánico autodidacta Henry Royce, de origen humilde y sin formación académica, fundó una empresa dedicada a producir material eléctrico diverso, grúas y ascensores.
Pero con la llegada del nuevo siglo, comenzó a interesarse por los novedosos vehículos autopropulsados y fabricó en Manchester su primer prototipo, el 10 HP.
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Para desarrollarlo se basó en un coche francés ya existente, el Decauville, trabajando en su taller durante dos años, perfeccionándolo y mejorando la calidad general de sus piezas hasta conseguir la mayor fiabilidad. Al terminar y una vez a punto, se iniciaron las pruebas en carretera previas a su producción y comercialización.
Mientras tanto, el joven aristócrata de origen galés Charles Rolls, hijo del barón de Llangattok, había fundado un concesionario de coches en el centro de Londres, mostrándose muy interesado por la mecánica y el prometedor negocio automovilístico.
Atleta formado en Cambridge, ciclista laureado y piloto de automóviles victorioso en numerosas carreras, también fue uno de los primerísimos pioneros de la aviación. Una pasión que le costaría la vida años más tarde al perder la cola de su aparato Wright Flyer (el inventado por los hermanos Wright) durante una exhibición aérea.
El triunfo del Silver Ghost
Rolls y Royce se conocerían en el Royal Automobile Club y desde ese mismo momento sintonizaron, creándose entre ambos una relación profesional que daría paso a uno de los proyectos más importantes y fructíferos de la industria del automóvil. De personalidad y origen diferente, pero con talentos que se complementaban a la perfección, decidieron crear la sociedad Rolls-Royce.
Gratamente impresionado por la elevada calidad de los coches fabricados por Henry Royce, Charles Rolls se comprometió a vender en su flamante concesionario londinense todos los que pudiera producir bajo el eslogan de ser los ‘mejores coches del mundo’.
Y para dar a conocer internacionalmente sus productos, el modelo 10 HP se presentó ese mismo año en el Salón de París con un gran éxito pues poco después ya se habían vendido los 16 ejemplares que se fabricaron de aquel modelo primigenio.
En 1907 Rolls-Royce lanzó el Silver Ghost, el modelo que confirmó a la marca como un referente entre los coches más lujosos y que obligó a la compañía, ante la creciente demanda, a trasladar la fábrica desde el taller inicial de Manchester a unas nuevas instalaciones en la localidad de Derby.
Aunque la fama no le vino al coche solamente por su exclusividad, también por una revolucionaria carrocería de aluminio y por una gesta promocional consistente en recorrer más de 24.000 kilómetros en un mes sin sufrir ninguna avería, algo insólito por aquellos tiempos.
Motores para los aviones de combate
Al fabuloso Silver Ghost le seguirían otros que consolidaron para siempre el prestigio de los Rolls-Royce. Así, la aparición de los Phantom, Silver Dawn, Silver Cloud, Silver Spirit o Silver Shadow asombrarían sucesivamente al público en general y seducirían a grandes personalidades, desde el Zar Nicolás II de Rusia a la ahora fallecida Isabel II de Inglaterra, y también a numerosos clientes muy afortunados, que desde entonces no han podido resistirse a tener en sus garajes algún modelo de esta firma británica.
El estallido de la I Guerra Mundial obligó a reconvertir la industria británica a la producción de material bélico y, en el caso de Rolls-Royce, se dedicó a la fabricación de motores de aviación por su tecnología y calidad de mecanización.
Uno de ellos, el Eagle V12, se haría famoso durante la contienda al equipar a los aviones de combate británicos Airco y Vickers. Desde entonces, la división aeronáutica de Rolls-Royce se ha labrado un lugar no menos importante que la de los automóviles tanto en el mundo de la aviación militar como la civil.
El diseño y la imagen de Rolls-Royce han sido siempre un aspecto tan importante como su legendaria calidad de fabricación. El logotipo original constaba de dos R de color rojo sobre un fondo plateado. Pero tras el trágico accidente de Charles Rolls en 1910, una de las R pasó a ser negra en señal de luto por el socio desaparecido. De igual forma, la segunda R también pasó a ser de color negro en 1933 cuando Henry Royce pereció a causa de una enfermedad.
El ‘Espíritu del Éxtasis’
Sin embargo, el símbolo por el que la marca ha sido mundialmente reconocible ha sido la característica escultura femenina que corona la imponente calandra de arquitectónica inspiración ateniense. La figura fue idea de un distinguido cliente de la marca, Lord Montagu de Beaulieu, que con ella quería disimular de una forma artística el tapón del radiador.
Inspirado en su secretaria y amante, Eleanor Thornton, encargó a su amigo y famoso escultor Charles Sykes una figura inclinada hacia delante, con el vestido al viento y llevándose un dedo a la boca para sugerir el secreto de la relación entre la pareja.
En ese momento Rolls-Royce también buscaba enmascarar en sus sofisticados coches una pieza tan vulgar como un simple tapón y Lord Montagu ofreció para ello los servicios de su amigo escultor. La marca adoptó entonces como efigie una escultura que sería mundialmente conocida como el ‘Espíritu del Éxtasis’, parecida a la anterior, pero en la que desapareció el dedo en los labios y adoptó una postura con los brazos hacia atrás, levantando su vaporoso vestido insinuando unas alas.
Tiempos modernos y el primer modelo eléctrico
La efigie se instalaba como una opción hasta el año 1920, año en que ante la demanda generalizada de los clientes pasó a ser una pieza de serie en todos los modelos. Fabricada normalmente en acero, también estuvo disponible fundida en plata o incluso en oro y representa la velocidad, el silencio mecánico y la armonía de una marcha exenta de vibraciones, signos de identidad característicos de los Rolls-Royce.
Desmontable en algunos modelos y escamoteable mediante un mecanismo eléctrico en los más recientes, el Espíritu del éxtasis es uno de los iconos automovilísticos más bellos y reconocidos.
Los tiempos modernos para Rolls-Royce llegaron en 1998 cuando, después de una dura pugna con Volkswagen, el grupo alemán BMW adquirió la prestigiosa marca, por entonces sumida en una profunda crisis. Ya bajo la pertenencia a BMW se abrió una etapa de gran desarrollo tecnológico, iniciada por el modelo Silver Seraph con motor V12 y que va a concluir con el elegante cupé de lujo Wraith.
Un brillante periodo que dará paso al salto definitivo a la electrificación de la marca, cuando a finales de 2023 llegue el Spectre, primer Rolls-Royce que estará propulsado por una mecánica a batería.
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Cuatro décadas informando sobre el mundo del motor y probando coches de todas las categorías. Después de trabajar en diversos medios especializados (Velocidad, Auto1, Solo Auto, Motor 16, Car and Driver, EcoMotor...), ahora en Prisa Media para seguir cubriendo la actualidad en plena revolución tecnológica del automóvil.