Qué significa BMW y cuándo se creó la marca

Una marca de origen aeronáutico que se ha labrado una larga historia automovilística plagada de éxitos comerciales y triunfos deportivos.

Un BMW 507, modelo que la marca fabricó entre 1956 y 1960.

El germen de la emblemática marca alemana BMW se remonta a 1916, cuando la empresa Bayerische Flugzeug Werke (‘fábrica bávara aeronáutica’) se fusionó con otra dedicada a la producción de motores, la muniquesa Rapp Mortorenwerke.

En 1920, se integraron a su vez en Knorr-Bremse AG y, dos años más tarde, la compañía se convierte definitivamente en Bayerische Motoren Werke AG (es decir, ‘fábrica de motores de Baviera’), una firma cuyas iniciales BMW han pervivido hasta la actualidad.  

En origen, BMW se dedicaba a fabricar motores de avión, pero, tras la I Guerra Mundial, tuvo que adaptar su actividad, ya que el Tratado de Versalles prohibió a Alemania seguir produciendo material bélico. La imposición supuso un freno insalvable para los planes de expansión de BMW, que ya había conseguido importantes gestas en los primeros tiempos de la aviación. Con un motor experimental, la marca logró una altitud récord de 9.760 metros. 

Las primeras motos de BWM

Durante un periodo de tiempo transitorio, BMW se dedicó a fabricar frenos y otros componentes para trenes, máquinas agrícolas y hasta muebles. Pero esas actividades resultaban muy frustrantes para un equipo de ingenieros y técnicos acostumbrados a estar a la vanguardia de la tecnología. 

Fue entonces, en 1920, y bajo iniciativa de Max Fritz, el director de ingeniería, cuando se comenzó a desarrollar la R32, una revolucionaria moto con motor de dos cilindros opuestos que se lanzó al mercado en 1923. Dio origen a una prole de descendientes que han llegado hasta hoy con la legendaria saga de motores bóxer. 

Hubert Auriol en el París-Dakar de 1984 en una BMW con motor «bóxer».

Qué significa el logo de BMW

En 1922, BMW fue comprada por Camillo Castiglioni, un banquero, empresario y pionero de la aviación. El magnate, de origen italo-austriaco, poseía una de las mayores fortunas de Europa y adquirió las instalaciones y las licencias de fabricación de la compañía. Y consiguió el permiso por parte de la comisión del Armisticio de retomar las actividades industriales en el campo de la aeronáutica. 

Una ascendencia esta última que siempre ha exhibido con orgullo BMW en su logotipo. La característica insignia circular recrea una hélice de avión en movimiento con los colores blanco y azul, distintivos del Estado alemán de Baviera. Un símbolo que, a diferencia de otras marcas centenarias, apenas ha variado desde que fue diseñado. 

El logotipo de BMW ha permanecido sin apenas alteraciones.

El salto a los coches

Las buenas perspectivas y los resultados comerciales (la BMW R32 vendió 25.000 unidades en sus primeros cuatro años), animaron a los responsables de BMW a expandir sus actividades en el pujante mundo de los coches.

Después de un frustrado desarrollo de un pequeño utilitario de tracción delantera, BMW adquirió en 1928 la marca Dixi. Esta pequeña firma fabricaba el Austin Seven británico bajo licencia en Eisenhach (Alemania), y el modelo sirvió para introducir a la marca muniquesa en el sector del automóvil.  

Pero el equipo de ingenieros tenía ambiciones mayores y pronto crearon un modelo propio. El 303 (nacido en 1933) destacaba por la potencia de su motor de seis cilindros, y al él lo siguieron el innovador 326 y el 328, su codiciada versión descapotable.

Los coches enseguida cosecharon un reconocimiento mundial por su calidad, adelantos técnicos y prestaciones. No solo en la calle, sino también en competición. Supusieron toda una declaración de intenciones en cuanto a la deportividad, que ha sido una constante en la historia de la marca. 

BMW 326, uno de los primeros modelos de la compañía. / MARTIN VÄHNING

Los vehículos militares de BMW

El estallido de la II Guerra Mundial obligó a BMW a adaptar sus fábricas a la producción de vehículos militares y a aumentar la de motores de aviación, como los de los famosos cazabombarderos Focke-Wulf FW 190. Pero también las convirtió en objetivos prioritarios para la aviación enemiga. Al finalizar la contienda, quedaron prácticamente destruidas o sencillamente desvalijadas tras la ocupación aliada. Además, las instalaciones ubicadas en el Este, como las de Eisenach, quedaron aisladas en zona soviética tras el telón de acero. 

La supervivencia de BMW parecía entonces sentenciada. La determinación de los directivos y trabajadores, sin embargo, hizo posible que la actividad industrial renaciera de sus cenizas. Primero, fabricando humildes utensilios de cocina y, más tarde, en 1948, retomando la producción de motos, muy necesarias en aquel periodo de posguerra. 

Rivalidad con Mercedes-Benz

Sin embargo, la vuelta a los coches estuvo a punto de acabar definitivamente con la marca. La premura por recuperar el prestigio de antaño y la dura competencia de Mercedes forzaron inicialmente a BMW a desarrollar grandes y caras berlinas con motores V8 fuera del alcance de la mayoría. Una arrogancia que estuvo a punto de precipitarla a la ruina y que obligó a replantearse su estrategia. 

Entonces, BMW lo volvió a intentar, pero por el extremo opuesto. Lanza en 1955 el Isetta, un microcoche que sería conocido en España como el Huevo. Sin embargo, y a pesar de sumar más de 160.000 ventas, los resultados financieros de la compañía empeoraron y siguieron siendo negativos. 

BMW Isetta. / NAKHON100

La situación se hizo de nuevo crítica, hasta que en 1959 y ante la amenaza de ser absorbida por su eterno rival, BMW es adquirida por un grupo de convencidos accionistas liderados por Herbert Quandt. Este hábil financiero supo ver que el futuro de la marca pasaba por lanzar al mercado cuanto antes una berlina de tamaño medio. 

El renacimiento de BMW

En 1962 llega por fin el 1.500, un coche de diseño muy moderno firmado por los famosos estilistas Giovanni Michelotti y Wilhelm Hofmeister. El modelo tenía prestaciones por encima de la media y un comportamiento dinámico superior al de sus rivales.

La prosperidad europea de aquella década propulsó las ventas del 1.500, que fue el antecesor de los posteriores Serie 3 y consolidó la marca como un referente mundial.

Un BMW 1.500, el coche que salvó a la marca. / PETER OLTHOF

Desde entonces centrada en fabricar refinadas berlinas y sin abandonar las motos, BMW creció de manera espectacular. Durante años, el Serie 3 ha sido una de las berlinas más vendidas en el mundo, siempre acompañada por modelos con igual éxito en segmentos más grandes como el Serie 5 y Serie 7.  

Con el tiempo, la oferta se completado con el compacto Serie 1, los nuevos formatos SUV (X1, X2, X3, X5, X6 y X7) y las numerosas variantes de silueta cupé. Y con el i8 (2014) y el i3 (2016), BMW comenzó el salto a la electrificación. A día de hoy, los eléctricos de BMW son el i3, que se despide del mercado, el i4, el iX, el iX1 y el iX3). Y tampoco hay que olvidar los 50 años de la división M de BMW, que ha desarrollado iconos deportivos como el M3 o el M5. 

Pero BMW no olvida su vocación de conseguir la berlina perfecta. En diciembre llegará su primer buque insignia eléctrico, el i7, todo un compendio y herencia de la larga tradición tecnológica que ha caracterizado a la marca bávara.

BMW iX M60.

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