La borrasca Celia que azota estos días la Península ha traído consigo una histórica tormenta de polvo del Sahara. Las ciudades y los coches se han cubierto de una espesa calima, también llamada litometeoro, que perjudica la calidad del aire y se deposita sobre las superficies ensuciándolas, sobre todo cuando se precipita mezclada con la lluvia y da lugar a las conocidas como tormentas de barro.
El fenómeno puede afectar a la salud de las personas y los animales al respirar esas partículas finas en suspensión, pero a la larga una tormenta de arena también puede perjudicar el funcionamiento de los motores.
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En las zonas donde son recurrentes este tipo de fenómenos meteorológicos, los vehículos requieren un mantenimiento especial para evitar que la arena en suspensión penetre en su interior y produzca un desgaste anómalo de sus piezas móviles.
Este tipo de contaminación atmosférica natural requiere un especial cuidado del filtro de aire que equipan los motores de combustión. Se trata de un componente poroso, generalmente fabricado con cartón, fibra de vidrio o tejido de algodón, cuya función es filtrar el aire necesario para la combustión reteniendo en su superficie cualquier partícula sólida e impedir que penetre en el circuito de alimentación del motor.
Cuando hay que cambiar el filtro de aire
A pesar de su anormal intensidad, la duración de la borrasca Celia y el fenómeno de litometeoro que ha traído asociado no durará tanto como para que llegue a cegar los filtros de aire de los automóviles, algo que sí puede llegar a ocurrir en zonas geográficas donde son muy frecuentes estos episodios.
Pero la ocasión puede servir como recordatorio para comprobar el estado del filtro de aire del motor, un repuesto que no es caro pero sí esencial, y del que depende la correcta respiración del vehículo.
Normalmente, el filtro de aire es controlado por los mecánicos durante las revisiones periódicas y suele ser sustituido a los 20.000 kilómetros o cada dos años aproximadamente.
Sin embargo, los modelos más modernos suelen dilatar mucho el tiempo entre sus revisiones y el filtro de aire a veces es olvidado, y si no está en buenas condiciones por ejemplo, muy sucio o roto, incrementa significativamente el consumo de combustible, genera funcionamientos anómalos del motor y, con el tiempo, produce averías que pueden dejar tirado en la cuneta al conductor.
Por eso es muy importante verificar con cierta periodicidad su estado y reponerlo cuando se necesite, algo que sucederá con antelación si se ha utilizado el coche en ambientes muy polvorientos, como en el caso de sufrir frecuentes tormentas de arena como la actual, o al circular mucho tiempo por pistas de tierra sin asfaltar.
Cuando el filtro de aire haya perdido gran parte de su coloración original por la acumulación de suciedad en sus poros, ya será un buen indicativo de que es hora de sustituirlo.
Y si no está muy sucio todavía, se puede alargar su vida limpiándolo con una aspiradora o soplándolo con aire comprimido, sin olvidar tampoco eliminar de paso el polvo acumulado en su soporte y en el interior de la caja que lo contiene.
Asimismo, y a la vez que se verifica el estado del filtro de aire, es igualmente recomendable hacerlo con el del habitáculo, también llamado filtro de polen, que es el encargado de asegurar que el aire de ventilación no arrastra al interior del vehículo muchas partículas finas de todo tipo que pueden perjudicar la salud de los ocupantes al respirarlos.
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Cuatro décadas informando sobre el mundo del motor y probando coches de todas las categorías. Después de trabajar en diversos medios especializados (Velocidad, Auto1, Solo Auto, Motor 16, Car and Driver, EcoMotor...), ahora en Prisa Media para seguir cubriendo la actualidad en plena revolución tecnológica del automóvil.