Decía Reyes Maroto, ministra de Industria, en una entrevista en EL PAÍS explicando la caída de ventas y las dudas de los clientes sobre qué coche comprar, que el descenso era común a toda Europa y tenía varios responsables: “La desinformación se debe también a que los medios solo hablan de eléctricos e híbridos enchufables cuando se refieren al futuro del automóvil. Incluso las marcas centran su comunicación en estos modelos”.
A priori parecía echar un capote a Teresa Ribera, su colega de Transición Energética, pero el tiempo le va dando la razón. Cualquiera que asista al Salón de Fráncfort o siga su cobertura en los medios de comunicación, sean especializados o generalistas, como las televisiones, pensará que todos los nuevos modelos serán enchufables, porque los de motor térmico han desaparecido.
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Como los de pilas son caros y no están al alcance de la mayoría, la solución es aplazar la compra o recurrir al renting y a los modelos low cost mientras se aclara la cosa, como confirma el liderazgo del Dacia Sandero en agosto. Y ninguna es un buen negocio para el sector.
La realidad es que el automóvil afronta uno de los periodos más críticos de su historia, acuciado por multitud de incertidumbres fuera de su control. Por un lado, las revoluciones tecnológicas —desde la electrificación y las futuras baterías hasta el coche autónomo, la digitalización, los servicios de movilidad y, por supuesto, la reducción de emisiones— exigen ingentes recursos financieros que ni los grupos más fuertes pueden afrontar.
Pero a la vez, la feroz competencia está reduciendo al mínimo los márgenes de los modelos populares y las nuevas normas de emisiones con sus multas por superar los límites de CO2 penalizan las ventas de los más grandes y rentables, asfixiando las economías de los fabricantes.
En este panorama, la mayoría se está concentrando en la electrificación, pero es una elección de alto riesgo, porque no está nada claro que en esa piscina haya mucha agua, y menos para tanto bañista, si las Administraciones no hacen los deberes con ayudas e infraestructuras. Así que el sector afronta una tormenta perfecta que hará inevitables acuerdos y fusiones para sobrevivir.
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