La sexta generación de la Clase E de Mercedes-Benz es una digna heredera de todas las cualidades que han convertido a este modelo en una de las referencias de su segmento, el de las berlinas de representación. Y, además, una excelente muestra de lo que es capaz de hacer una marca de su prestigio cuando se trata de fabricar coches de alta calidad, algo a tener muy en cuenta en estos tiempos en los que a los sellos tradicionales les corresponde resistir los envites de nuevos competidores.
El Clase E solo puede calificarse como un automóvil prácticamente intachable. Es caro, nadie lo discute, pero también se puede afirmar que compensa cada euro que cuesta. Otra cosa es que el comprador pueda o no pagarlo, aunque en el primero de los supuestos difícilmente se verá desencantado. Las marcas prémium han debido reaccionar ante el avance de otras más populares, que mejoran año a año sus productos y elevan las exigencias a todos los demás. Y los alemanes de la estrella han respondido al reto con nota altísima.
El Mercedes E mantiene toda la elegancia que ha caracterizado a la serie a lo largo del tiempo, aunque con un diseño de carrocería convenientemente puesto al día para resultar mucho más atractivo y actual. Es un coche imponente de casi cinco metros de longitud, de esos que llaman la atención por su representatividad y empaque, todo ello sin estridencias, sin notas discordantes.
La evolución en el habitáculo resulta igualmente reseñable. La calidad de siempre en la marca, solo que aderezada por un despliegue tecnológico que llega a deslumbrar. Solo es necesario repasar en la descripción del producto todo lo que el Clase E ofrece de serie en cuestiones de comodidad, conectividad y seguridad para comprobar las razones por las que Mercedes sigue siendo Mercedes.

Sin olvidar, además, el completísimo catálogo de opciones que la marca ofrece a sus clientes más exigentes, que pueden elevar el nivel de cualquier unidad hasta las cotas que satisfagan sus necesidades. Todo con el esmero de lo bien hecho, de quienes llevan más de un siglo fabricando automóviles con los más altos estándares de calidad, algo contratable en cada detalle, en cada material, en cada acabado o cada aportación tecnológica.
Muchísimos son los elementos que convencen en un vehículo concebido para hacerlo. Desde un techo panorámico de apertura doble hasta los asientos eléctricos con funciones para activar a sus ocupantes, pasando por dos enormes pantallas en el salpicadero que pueden llegar a ser tres si se elige la del acompañante, incontables opciones de iluminación ambiental o una cámara para hacerse autorretratos (siempre en parado). Todo ello sin entrar a detalles el completo paquete de asistentes a la conducción que van mucho más allá de los obligatorios y que, como punto muy favorable, se pueden seleccionar o no de una forma sencilla y rápida para el usuario.
El diésel todavía está vigente
Frente a la demonización de las mecánicas de gasóleo, las marcas que aún saben hacerlos demuestran que los motores diésel pueden ser altamente eficientes y una solución excelente para determinados usuarios. Es el caso de la unidad 220 d que aparece dentro de la oferta de la Clase E.
Se trata de un propulsor de cuatro cilindros, de dos litros de cubicaje, turboalimentado y que ofrece una potencia de 197 CV. Cuenta, además, con asistencia eléctrica de 48 voltios a través de una unidad que entrega 17 kW y que con su energía, descarga de trabajo a la mecánica principal para mejorar su eficiencia, sin olvidar que le concede el etiquetado Eco de la DGT.
La tracción es trasera (existe una versión con tracción total) y el cambio automático de doble embrague con nueve relaciones, que también se pueden manejar a voluntad de conductor a través de sendas levas en el volante.

Con los 1.900 kilos que exhibe en la báscula el coche en vacío, Mercedes se refiere a un consumo medio homologado de solo 4,7 litros por cada 100 kilómetros recorridos, que se traducen en unas emisiones de 124 g/km de CO2. Si a ello se suma un depósito de combustible que aloja 66 litros, la autonomía de este 220 d supera con creces el millar de kilómetros.
Un viajero incansable
El Mercedes-Benz E 220 d se antoja ideal para dos tipos de perfiles bien definidos. El más evidente es el de coche de representación o de empresa, aunque ese supuesto es aplicable a cualquier de sus versiones. Un coche que no pasa desapercibido, que anticipa ciertos valores de quienes lo utilizan y que, desde luego, difícilmente decepcionará en este entorno.
Por otro lado, y más concretamente ya referido a la opción diésel, es un inmejorable coche familiar para viajes. Su capacidad interior es óptima, incluyendo un maletero menos funcional que otros pero que llega a los 540 litros (y quienes precisen de más espacio siempre puede recurrir a la carrocería familiar Estate).
Su rodar se antoja cómodo y seguro, los kilómetros pasan en su interior de forma inadvertida y la dotación de elementos para hacer la vida más fácil a sus ocupantes cumple con nota altísima. Toda está en su sitio, todo ofrece una calidad fuera de lo normal, todo funciona con precisión… o casi todo.
Lo único que desentona en este Clase E se encuentra en la funcionalidad de algunos de sus mandos táctiles, sobre todo los que están en el volante, y que sirven para controlar la mayoría de las operaciones con la instrumentación, el audio, la climatización y la conectividad. Son pulsadores sensitivos, pero poco precisos, quizá con un tiempo de adaptación la sensación se reduzca, pero inicialmente cuesta hacerse con su control y pueden llevar a errores. Tampoco las tareas que se les asignan son las más intuitivas posibles, otra carencia que quizá el tiempo y el uso minimicen.
El rendimiento del propulsor es más que suficiente para las ambiciones de un coche de su filosofía. Pueden que sus casi 200 CV no impresionen en estos tiempos, pero, combinados con buenos valores de par motor, las prestaciones cumplirán con las expectativas de una mayoría de conductores que busquen un buen diésel.
Se puede viajar en autovía o autopista a los ritmos legales con consumos casi irrisorios, por debajo de los seis litros cada 100 kilómetros, siempre con unaplomo en carretera que refuerza la sensación de confort y seguridad. Y observar en la instrumentación valores de autonomía de cuatro dígitos otorga una tranquilidad que los grandes devoradores de kilómetros apreciarán con seguridad.
Y es que en el nuevo Mercedes E todo va tan bien que roza lo inaudito. Es el equilibro general y la calidad del conjunto lo que le otorgan la calificación de coche excepcional. Por si fuera poco, un precio de partida de 65.259 euros puede parecer elevado para la mayoría de las economías de un país en el que el coche más vendido en 2025 será el Dacia Sandero.
Sin embargo, un análisis de su segmento (muy poco concurrido, dicho sea de paso) nos puede llevar a la conclusión de que para nada resulta descabellado frente a otras propuestas de marcas generalistas, de las que se encuentra a distancia en la mayoría de los aspectos que se puedan considerar. Por ejemplo, un Skoda Superb, con su equipamiento más alto y un motor diésel de 150 CV, tiene un precio de 57.255 euros. Y
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Mercedes Clase E, una berlina convertida en varios coches a la vez