Es posible que al final, dentro de 10 o 20 años, todos los automóviles acaben aquí, donde empieza el Toyota Mirai. La primera berlina de hidrógeno fabricada en serie combina lo mejor de los dos mundos: las emisiones cero de los modelos eléctricos y una autonomía y tiempo de repostaje similares a los de los térmicos. De momento este ‘escaparate’ tecnológico es prohibitivo: unos 66.000 euros (sin impuestos) en Alemania, Dinamarca y Reino Unido, únicos países europeos con una red mínima de hidrogeneras (estaciones de abastecimiento) que haga viable su comercialización.
Pero lo importante del Mirai es que confirma la madurez técnica de la pila de combustible como alternativa viable a medio plazo para lograr la sostenibilidad del automóvil. Sin embargo, su futuro dependerá de la rapidez con que evolucionen las baterías y la autonomía de los coches eléctricos. Si llegan pronto a 500 kilómetros, como se prevé, serán igual de ecológicos, pero mucho más fáciles y económicos de fabricar que los de hidrógeno. Y les dejarán sin hueco en el mercado.
Toyota quiere que el Mirai repita el papel que hizo el Prius con los híbridos, pero en el hidrógeno: lleva vendidos ocho millones de coches con esa tecnología desde 1997. Ahora, casi 20 años después, el nuevo pionero ha empezado el camino con buen pie dentro de su modestia: estaba previsto hacer 700 unidades en 2015 y 1.000 en 2016, pero la demanda en Japón ha obligado a subir a 2.000 ya el año que viene.
El Mirai mide 4,88 metros de largo (como un Audi A6) y tiene una imagen tecnológica que parece la evolución futurista del Prius. Cuida la aerodinámica (Cx: 0,29) y adopta un frontal en cuña con dos grandes entradas verticales de aire. En el lateral destacan las aletas, muy marcadas, y la zaga es bastante alta para poder ofrecer un maletero aceptable (361 litros), todo un reto, porque la pila y los depósitos de hidrógeno restan mucho sitio. El interior mantiene el mismo aire, con pantallas y dispositivos que crean un ambiente ‘tecno’ muy sofisticado y cuidado. Y ofrece cuatro plazas desahogadas con extras como tapicería de cuero y otros detalles.
La mecánica combina la pila de combustible con un motor eléctrico y una batería de apoyo, todo en el capó delantero y debajo del piso y los asientos. Funciona y se conduce como un coche normal con cambio automático y destaca por su silencio: solo emite un ligero zumbido de fondo y vapor de agua por el escape. Los 154 CV del motor eléctrico ofrecen prestaciones correctas: 9,6 segundos de 0 a 100 km/h y 178 km/h. Y 550 kilómetros de autonomía oficial, unos 350 reales.
Una central eléctrica a bordo
La pila de combustible del Mirai está formada por 370 celdas, y cada una incluye dos electrodos separados por una membrana. Su funcionamiento podría resumirse así: el hidrógeno (H2) del depósito entra por el electrodo positivo (ánodo) y el oxígeno del aire (O2) por el negativo (cátodo). Al interactuar ambos elementos, las moléculas del hidrógeno desprenden sus electrones y forman la corriente eléctrica, que se potencia a 650 voltios antes de llegar al motor eléctrico para mover el coche. Lo que queda del hidrógeno es un protón que viaja al cátodo y, al encontrarse con el oxígeno, forma el agua (H2O) que sale por el escape. La recarga de los 5,6 kilos de hidrógeno lleva de tres a cinco minutos.
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