Los coches autónomos son, cada vez más, una realidad. En España, ya hay un vehículo que está autorizado para circular de manera autónoma en ciertas carreteras. En Estados Unidos, es pan de todos los días ver a estos coches autoconduciéndose.
La movilidad autónoma obliga, inevitablemente, a replantearse la manera de gestionar y ordenar el tráfico. El objetivo es reducir los tiempos de circulación, de esperas en los semáforos y de consumo combustible. Todo ello, poniendo el foco en la conducción autónoma, con este tipo de vehículos como protagonistas.
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Así, uno de los estudios que vuelve a cobrar más fuerza que nunca es el elaborado por la Universidad de Carolina del Norte, que aboga por colocar una cuarta luz en los semáforos. Además de lucir las típicas roja, verde y ámbar, las luces de cruce deberían tener un foco blanco. Esta luz blanca del semáforo avisará al resto del tráfico que, a partir de ese momento, los coches autónomos han tomado el control.
Que nadie se imagine un escenario postapocalíptico, ese control se refiere a la capacidad de coordinación de los coches autónomos, en España también conectados a través de la DGT 3.0. Gracias a la posibilidad de pasarse información sobre el estado del tráfico o sus propias condiciones de circulación, la cesión del control a los coches autónomos permitirá gestionar de una manera mucho más fluida el tráfico.
¿Qué pasa si un conductor conduce un coche tradicional? Pese a la incorporación de este nuevo color, seguirá mandando el código de circulación ya conocido. El color rojo significará parar y el verde, avanzar. Para aquellos que vayan en un coche no autónomo, la luz blanca les indicará que sigan el vehículo que les precede.
Coches autónomos coordinados
Este proyecto se basa en la posibilidad de que los vehículos autónomos se comuniquen con la infraestructura que controla el ciclo de los semáforos. Cuando haya suficientes pilotos automáticos cerca de un cruce, la fase blanca se activará. Sin embargo, si predominan los coches controlados por personas, los semáforos mantendrán su patrón habitual: verde, ámbar y rojo.
Las conclusiones de la investigación confirman que esta luz blanca de los semáforos podría reducir el tiempo de desplazamiento entre un 3,2 % y un 94,06%, en función del número de coches autónomos involucrados.
Otro beneficio será el ahorro de combustible al intervenir en el tráfico intermitente. Los investigadores confirman que, al moverse más rápido y permanecer menos tiempo parados, las cifras de consumo de los vehículos y, por tanto, las emisiones, descenderán.
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