Por la noche, la intensa iluminación de las luces largas puede aumentar su confusión. Por eso se recomienda usar el claxon, si es que hay tiempo, para tratar de ahuyentar a un animal que irrumpa en la carretera. Otro consejo ante una colisión inminente es mantener la trayectoria (y golpearlo si no hay más remedio) en lugar de intentar esquivarlo. Esta maniobra podría llevarnos a invadir el carril contrario o incluso acabar fuera de la vía. En casos así, la sangre fría es un copiloto inestimable.
Un encontronazo como el descrito puede salir caro. Hace unos días se conocía una sentencia del Juzgado Contencioso Administrativo número 17 de Barcelona que condena al Departament de Territori i Sostenibilitat de la Generalitat de Cataluña a indemnizar con 11.372 euros, más intereses (daños materiales, baja, rehabilitación y secuelas incluidas), a un motorista que sufrió un accidente en 2014 tras chocar contra un jabalí en la carretera C-59.
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Ese mismo año pero unos meses antes se introducía en la normativa de tráfico la última modificación hasta la fecha sobre estos percances que hace responsable al conductor en prácticamente todos los supuestos.
La estadística más reciente de la Dirección General de Tráfico, todavía de 2017, contabiliza cuatro fallecidos en carretera por la colisión con un caballo, un jabalí, un perro y un cuarto animal sin determinar. El número de accidentes, cerca de 27.000 (no incluye Cataluña ni País Vasco, que llevan sus propias cuentas), es un 18,65% superior si se compara con el de un año antes.
En el periodo 2012-2017, el Gobierno ha contabilizado más de 120.500 accidentes de tráfico causados por diversas especies de ungulados, felinos, aves y hasta osos pardos. Además de los heridos, 28 personas se dejaron la vida.
¿De quién es la culpa?
Aunque pueda desafiar al sentido común, con la legislación actual –porque no siempre fue así- el conductor debe asumir todas las consecuencias de llevarse por delante ejemplares de especies cinegéticas. No ocurre así en el caso de que sean animales domésticos porque entonces es el dueño el que debe hacerse cargo.
Así que, ¿cómo es posible que la mencionada sentencia sea favorable para quien conducía? “Tampoco es tan novedosa porque ya están previstas en la ley dos pequeñas excepciones”, aclara el catedrático de Derecho Civil de la Universidad Complutense de Madrid, Mariano Yzquierdo: la primera, “cuando el accidente de tráfico sea consecuencia directa de una acción de caza colectiva de una especie de caza mayor llevada a cabo el mismo día o que haya concluido 12 horas antes de aquel”, porque “cabe pensar que el jabalí, por ejemplo, estaba todavía asustado y trataba de escapar”, explica; y dos, “cuando haya una responsabilidad atribuible al titular de la vía pública o privada por no señalizar la presencia de animales sueltos o no conservar el vallado de la carretera”.
“Eso sí, el conductor no paga el jabalí o el ciervo; les debía de parecer demasiado obsceno”, apostilla el catedrático para quien “lo que ha querido el lobby cinegético es que la responsabilidad sea del conductor”. Antes de la primera reforma introducida en esa dirección, en 2001, eran los titulares de los aprovechamientos cinegéticos o de los terrenos, según el caso, los que respondían por los daños producidos. Un apunte más al respecto: en torno a tres cuartas partes de la superficie de España están catalogadas como terreno cinegético.
Posibilidades de reclamación
En el accidente ocurrido en la C-59, el juzgado menciona que la valla perimetral de la carretera no fue capaz de impedir el paso de los jabalíes. Otra sentencia dictada el pasado mes de febrero sirve para ilustrar el supuesto de la falta de señalización ya que el choque, de nuevo con un jabalí, se produjo en un tramo en el que no se advertía de este peligro potencial, en concreto en el municipio pontevedrés de Silleda (Galicia). El fallo impone a la Xunta el pago de 38.800 euros a los dos ocupantes del vehículo y su aseguradora.
Para Jordi Marí, abogado experto en seguridad vial de ARAG, la redacción de la ley “abre la puerta a reclamar” ya que prescribe que la señalización debe instalarse “en tramos con alta accidentalidad”. Pero “¿qué es alta accidentalidad, tres accidentes al año o 20?”, se pregunta. “Es un concepto que queda indeterminado. Al final dependerá de un juez pero ese párrafo sí que nos dará la opción de reclamar”.
Eso sí, de entrada la Administración suele rechazar las peticiones de indemnización amistosas por esta causa y de ser así no queda otra que recurrir a la vía judicial. “Hay bastantes consultas por este tema y cada vez es más frecuente que la gente contrate seguros que cubran esta eventualidad en lugares donde suele producirse, porque saben que con la normativa actual es difícil trasladar la responsabilidad a un tercero”, apunta Marí.
Nocturnidad pero no alevosía
Especies como el jabalí, protagonista ya de un tercio de los accidentes de tráfico con animales implicados, suelen pasar las horas centrales del día en algo parecido al modo ahorro de energía para activarse al llegar la noche, cuando pueden recorrer más de 10 kilómetros en pos de sus quehaceres. Actualmente, su población se calcula en al menos un millón de ejemplares y crece a un ritmo exponencial.
Tras el pariente del cerdo, los corzos le siguen en número de accidentes provocados y, en tercer lugar, los perros. Carreteras convencionales, fuera de poblado, al caer la tarde y de noche son el lugar y el momento más habitual para estos cruces indebidos de calzada a cuatro patas. En cuanto a las épocas del año, invierno y otoño son las que más tráfico animal registran.
Siempre es recomendable informar a las autoridades del avistamiento de animales en las proximidades de las carreteras para que puedan hacer un seguimiento de los mismos y, en el caso de que se produzca un accidente con animales, comunicarlo también al Seprona (062).
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